8M22: Reflexiones en torno al feminismo
Por: Michelle Gaytán Sánchez
**El movimiento feminista crítica profundamente y busca acabar con un sistema económico que se sostiene gracias a la extremadamente desequilibrada concentración de riqueza en el mundo, la explotación rapaz de todos los recursos a su alcance (incluyendo los afectos humanos), que antepone el máximo beneficio individual a costa del bien común.
Las mujeres, actualmente, resisten a la crueldad del sistema capitalista neoliberal, que las empuja al mercado laboral bajo condiciones precarias y de desigualdad, pero con las mismas exigencias que impone el mercado en términos de productividad; y al mismo tiempo, le impone asumir los trabajos domésticos, de reproducción y de cuidados, sin remunerar, basados en el amor, bajo la premisa de que forman parte de su rol natural de mujer.
Resisten en una cultura patriarcal que las sitúa en una posición de desventaja, cosa que las mantendrán en condiciones de constante vulnerabilidad económica y social, además de enfrentarse a una resistencia o indiferencia de la sociedad, ante la recuperación de su cuerpo y deseo, la defensa de la propia vida, y la conquista de sus libertades y derechos. Lo que la lleva a un estado continuo de periodos de estrés, ansiedad, frustración y depresión.
A todo eso, las mujeres que se asumen como feministas, también tienen que resistir a la intimidación, persecución y brutalidad del Estado, por llevar a cabo sus acciones en contra del sistema.
A través del manejo del discurso oficial, de la imagen y de la opinión pública; El Estado construye, con ayuda de los medios masivos de comunicación, que controla casi en su totalidad, un imaginario negativo de las mujeres feministas: las estigmatiza y cataloga como mujeres violentas, intolerantes, cerradas e impulsivas, que se manifiestan y expresan atravesadas por el resentimiento y rabia desbordada, histéricas, incapaces de controlarse emocionalmente, generando caos y destrozos injustificados, cuyo principal propósito es darle muerte al macho (lo que muchos interpretan como hombres).
Este imaginario es absorbido por la cultura y la sociedad, que se vuelve el juez que sentencia y criminaliza los actos de protesta, lo que nos lleva a la legitimación de la violencia por parte del Estado, que a través del uso de la fuerza, que le proveen los elementos de seguridad pública, ejerce intimidación, persecución, confrontación, y represión, bajo el argumento de “proteger los intereses comunes”, aunque sabemos bien que los beneficiados comúnmente son muy pocos. Creemos y reproducimos un sistema, conscientes de la falacia de la supuesta democracia participativa y el pleno ejercicio de derechos y libertades en igualdad de condiciones.
En este sentido, la confrontación con las mujeres policías representa una doble derrota para el feminismo, Silvia Federici (2011) nos advierte sobre el peligro de buscar la igualdad que el sistema neoliberalista y la globalización ofrecen: “Nuestro primer y más importante paso debe ser oponernos al reclutamiento de mujeres en los ejércitos… la imagen de la mujer uniformada, conquistando igualdad con los hombres mediante el derecho a matar, es la imagen de lo que la globalización puede ofrecernos” (pp. 151) Es decir, las mujeres, debido a los terrenos disparejos por los que transita en sus ambientes público y privado, se encuentran normalmente en estados de alta precarización, esto hace que entreguen fácilmente su arma política más importante, su propio cuerpo, lo ponen al servicio del otro, para perpetuar un sistema de poder basado en la muerte.
Retornan a la aceptación callada y sumisa de órdenes sin importar cuáles sean, incluso si estás atentan contra sus propias cuerpas. Lejos de que ese acceso a “igualdad” se convierta en herramienta emancipatoria para estas mujeres, intensifica la explotación y las formas coercitivas de trabajo.
El movimiento feminista crítica profundamente y busca acabar con un sistema económico que se sostiene gracias a la extremadamente desequilibrada concentración de riqueza en el mundo, la explotación rapaz de todos los recursos a su alcance (incluyendo los afectos humanos), que antepone el máximo beneficio individual a costa del bien común, que promueve crisis permanentes y el continuo desarrollo de guerras para imponer políticas de austeridad, y dinámicas de dominación basadas en la administración de la miseria.
Por eso, el feminismo, insiste en la necesidad de construir espacios de resistencia, convivencia y posicionamiento político en los lugares públicos en los que transitamos cotidianamente, y también en la digitalidad (traspasando los territorios y temporalidades), donde podamos tejer en Red, para compartir nuestras experiencias desde las diferentes realidades y contextos en la que nos encontramos cada una; construyendo desde lo comunitario como una experiencia individual de autonomía, en un sistema que crea mercados basados en la individualidad, “a la medida” o “personalizados”, generando cada vez más experiencias de consumo aisladas, en solitario, difuminando la idea de colectividad y de la necesaria interacción con otros.
Lo personal es político y se manifiesta a través de la reapropiación del cuerpo individual, para posicionarlo en multitud en el espacio público; Éstos cuerpos en alianza, en un acto con una temporalidad y territorio determinado, manifiestan su capacidad creativa, creadora y transformadora de realidad, haciendo uso de herramientas como el arte para generar experiencias disruptivas, que generan en los espectadores que perciben el acontecimiento, un golpe de percepción estética que transgrede, incómoda, y que causa un malestar social. Y sin embargo, también es en este espacio, tomado de manera radical, donde se cimientan las bases sobre las cuales habría que reconfigurar los valores, ideología, cultura y prácticas sociales que determinan al género.
La ruptura es necesaria para revelar lo oculto, naturalizado, invisibilizado y silenciado, pero sobre todo, por la capacidad, que abre la posibilidad de ocupar los espacios que dejan las grietas y fisuras, para proponer nuevas bases, más abiertas y dinámicas, que nos permitan transformar la realidad, para ir desacelerando, a través de las prácticas comunitarias, el capitalismo neoliberal, forzando al Estado a atender nuestras demandas comunes y necesidades básicas. Cambiando por completo el sistema. Desde cada una de nuestras realidades, atendiendo las particularidades, partiendo de un mismo principio: el deseo de un cambio en las situaciones actuales de vida y el bienestar común.
El peligro con las afirmaciones desde las particularidades y diferencias, es que las estrategias del capitalismo neoliberal, con su rápida evolución y adaptación a los nuevos modelos de producción y mercantilización de la vida humana, que favorece las experiencias de consumo que privilegían la experiencia individual e íntima por encima de la multitudinaria; nos devoren por completo, dispersando las luchas colectivas. Dividiendo, asumiendo la diferencia como una imposibilidad para conciliar las individualidades en colectivo, obstaculizando la creación de alianzas temporales en los espacios públicos que posibiliten construir la autonomía de los individuos en colectivo, quedando atrapados en el individualismo, desmarcándose cada vez más de lo común.
¿Será que las recientes divisiones ideológicas entre los grupos y colectivos feministas, a nivel local y nacional, así como su incapacidad para generar alianzas temporales en los espacios ocupados durante sus movilizaciones y acciones, sean un síntoma de la acelerada adaptación del sistema capitalista neoliberal a las nuevas condiciones de vida trás la pandemia mundial por covid-19, que al restringir el contacto y encuentro entre los cuerpos, terminaron fortaleciendo las individualidades trás adaptarse a sobrevivir en solitario, después de una larga temporada de encierro?
¿Debería esto poner al moviento feminista a reflexionar y replantear sus estrategias de acción, tanto en sus prácticas internas como hacia afuera?
La pandemia también detonó el incremento de la ocupación, participación y comunicación en los espacios digitales; El futuro de las interacciones sociales y ejercicio de las colectividades en los espacios apunta hacia la práctica de experiencias híbridas: digitales-presenciales, colectivas-en solitario, participación en espacios a distancia, conectando de maneras nuevas, ocupando cada vez más espacio en los territorios virtuales, construyendo horizontes más amplios, formando lazos de comunicación y colaboración más amplios, que promuevan la formación de alianzas globales.
Pero, ¿Cómo poder accionar en colectivo desde los distintos espacios de socialización (físicos o digitales), a pesar de las diferencias, sin correr el riesgo de homologar, respetando la pluralidad y las individualidades, llamando a la acción colectiva por el bien común?
Sin duda, preguntas abiertas que nos invitan a una reflexión más profunda.