AMLO, su verdad y la verdad del México actual
Marco Antonio Oviedo
Es muy cierto, existe toda una estrategia para hacer patente y magnificar las malas decisiones de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, y paralelamente descalificar y problematizar aquellas buenas decisiones de gobierno, y terminar por meter todo en un mismo costal, con la finalidad de posicionar una imagen de un personaje autoritario, mesiánico, con miras a reelegirse, y sobre todo, como un gobernante incapaz y mentiroso.
En esta estrategia, todos están poniendo su granito de arena. Los empresarios fingiendo acuerdos de inversión y apoyo a sus programas pero después de casi 15 meses de gobierno, no hay nada concreto y el crecimiento económico sigue siendo muy por debajo de lo que el propio presidente esperaba.
Los partidos políticos hacen lo suyo, el PAN como una oposición contestataria, descalificando todo lo que provenga de palacio nacional. Machaca y machaca esperando lograr algo, consciente que en el pasado esta estrategia lo hizo ganar en el 2000 y en el 2006 la Presidencia de la República. Obviamente, en esta jugarreta política cuentan con la mano empresarial y con los diversos grupos sociales que le son afines.
El PRI, acorralado y estigmatizado por el sello de la corrupción, se ha mantenido apoyando las iniciativas de Morena y del presidente, sin importarle que sean malas o buenas decisiones. De manera “inteligente” espera que el presidente López Obrador se ahorque con su propia soga, y que en los niveles locales, en los municipios, los gobernantes de Morena demuestren su evidente falta de oficio para gobernar. El PRI le apuesta a su pasado dorado, y pacientemente espera que la gente haga suya la conseja de que más vale malo por conocido que bueno por conocer.
Morena contribuye de manera procaz y respondiendo a los fines políticos de quienes quieren, en el futuro inmediato y mediato, lograr posiciones políticas para seguir “mamando” del poder político. Sus líderes más visibles quieren asegurar un estatus para los próximos tres o seis años. La lucha por el liderazgo nacional de este partido y la primicia por imponer a los candidatos de 2021 y del 2024, son su prioridad.
Los demás partidos, simple y sencillamente están cachando los malos momentos del régimen para hacerse publicidad y lograr rescatar las migajas políticas para continuar vigentes en el negocio político familiar.
Los intelectuales orgánicos e inorgánicos alimentan los momentos coyunturales del actual gobierno: la cancelación del NAIM de Texcoco y su versión caricaturesca del aeropuerto de Santa Lucia; el desabasto de medicinas; los feminicidios; el crecimiento económico cero; la inseguridad, el Culiacanazo; la lucha en contra de la corrupción y el supuesto pacto de impunidad con Peña Nieto; la rifa del avión presidencial; el Insabin y un largo etcétera, son alimento para los intelectuales de ambos bandos, hasta el punto tal de que la lucha entre buenos y malos comienza a diluirse obrando en contra de la estrategia de Obrador.
El gabinete del presidente, el cual no atina a planear, desarrollar e implantar las buenas decisiones de gobierno del presidente, y sobre todo, no ha podido cambiar o mitigar las malas decisiones de gobierno. El gabinete actual se ha burocratizado. Salvo la UIF y la Secretaría de Relaciones Exteriores, ninguna otra secretaría ha demostrado estar a la altura de las decisiones del presidente Andrés Manuel. Tenemos un gabinete reactivo como la SFP manejada por Ackerman o la SCT dirigida por una mente senil que a todo dice sí.
Sus operadores políticos, Martí Batres y Ricardo Monreal, confrontados a muerte. Y sus satélites, como Tatiana Clouthier, Manuel Bartlett, Napito o a quien quieran poner en este supuesto, no han funcionado o no han contribuido de manera decidida para defender las buenas o malas decisiones del AMLO.
Y finalmente nosotros, los mexicanos, el pueblo que votó por Andrés Manuel. A unos nos agreden las decisiones a mano alzada. A otros nos duelen las decisiones unilaterales. A otros nos desconciertan las decisiones incoherentes. A otros nos indignan las decisiones atropelladas y sacadas de la chistera. Por eso dejamos de creer.
Después de esta reflexión, lo cierto es que nuestro presidente sí está siendo atacado de manera sistemática. Una por sus enemigos y otra por sus malas decisiones. Yo ya no veo o escucho sus mañaneras. Son tóxicas.
Creo que después de casi 15 meses de gobernar lo que debería nuestro presidente es ponerse a gobernar. Meter a la cárcel a los corruptos. Cuando juzgue a quienes se han enriquecido a costa del pueblo, el mismo pueblo volverá a creer en nuestro presidente. Y sólo entonces habrá justicia.
El asunto no es encarcelar a los expresidentes. Eso es una mamada, El asunto es encarcelar a quienes operaron toda la corrupción que hoy atenta en contra de nuestro sistema de vida. Encarcelar a quienes empoderaron a la delincuencia; encarcelar a quienes se enriquecieron al amparo del poder; encarcelar a quienes robaron los dineros del pueblo.
Sólo así podrá nuestro presidente liderar un nuevo México. Nuestro problema como país, no es una lucha de clases; tampoco es una lucha entre buenos y malos y mucho menos es una lucha entre conservadores y liberales.
Si no hay pacto de impunidad con el sistema, que nuestro presidente actúe. En el México de estos días, no hay verdad absoluta, sólo cuentan las acciones.