Annie Ernaux y la monetización de lo íntimo
** Ernaux hizo lo que Shakira. Sacar provecho creativo y monetario a partir de sus vivencias. Y aunque son diferentes manifestaciones artísticas las que se implican
Por José J. González
Esta tarde se me dado por pensar un poco de los nobel de literatura. Enfebrecido por la nueva canción que Shakira ha dado al mundo, he llegado a pensar que llegamos a la cúspide del fenómeno de la monetización. Y gran parte de esto es debido al boom de las plataformas digitales y la inmediatez a la que la información se va moviendo.
Si bien es cierto que cuando se es figura pública, la vida privada se ve gravemente fracturada, también debemos de hacer notar que los medios de comunicación y paparazis se encargan de ventilar aquello que pueda vender. Se lucra de manera transitiva con la vida de los otros y, en términos generales, esto parece no molestar a nadie. Pero sucede que la monetización ha encontrado su representación performática en las acciones reflexivas, donde ahora es el yo-mismo el que busca obtener una ganancia de su propia intimidad.
De allí que en internet afloren influencer, youtuber, creadores de contenido, etcétera, que se han autoempleado, por lo que mostrar parte de su vida se ha convertido en un negocio donde lo público y lo privado ha dejado de tener una línea fronteriza. Lo podemos notar con los tiktoker que se transmiten en vivo mientras duermen y los espectadores hacen sus donaciones, o en los gamers que han hecho del juego un fenómeno compartido con el mundo, donde lo que importa no es lo que dices, sino lo que haces.
¿Y que tiene que ver esto con los nobel de literatura? Hacia 2016 Bob Dylan ganaba el premio y venía a romper con toda la rigidez y pompa que había caracterizado este galardón, donde figuras como Faulkner, Camus, Toni Morrison, Günter Grass, Lessing, entre otros, habían recibido la distinción por obras que criticaban el sistema y que proponían una crítica mordaz a su época. Cuando la academia decidió premiar a Dylan se abrió la posibilidad de que ahora no sólo se consideraran a escritores y, peor aún, se demostraba que había otras formas de escritura que igual eran valiosas.
Como diría Irene Vallejo en El infinito en el junco (2019) respecto a Dylan:
Los entusiastas celebran que las jerarquías y el esnobismo literario hayan saltado al fin por los aires. Los indignados desconfían del postizo vanguardismo del vetusto comité sueco. Sospechan que aquí no hay intención de desacralizar o expandir el concepto de escritor, ni una derrota de los aduaneros uniformados que vigilan las lindes de la literatura y solicitan visado de entrada; en esta elección ven simple oportunismo y sed de repercusión pública. Los más exaltados prefieren llamarlo banalización y se preguntan escandalizados cuál será el siguiente paso tras tamaña insensatez. (p. 115-6)
Como era de esperarse, tras la premiación del cantautor estadounidense, muchos lectores comenzaron a dudar de la seriedad de los premios, pues a ojos de éstos, ahora se otorgaban a personas que tenían poco o nada que ofrecer al mundo de las letras; basta con recordar un poco las últimas premiaciones: Olga Tokarzcuk (2018), Peter Handke (2019), Louise Glück (2020) y Abdulrazak Gurnah (2021). Todos estos nombres ni siquiera figuraban en sus respectivos momentos, por lo que, a decir verdad, muy pocas personas conocían sus obras. ¿Acaso el Nobel había dejado de ser el producto snob que había mantenido contento a la fauna literaria?
¿Qué sucede con Annie Ernaux? La autora no estuvo exenta de polémicas literarias; no faltó quien dijera que su obra era fría y distante como un instructivo. Sucedía que la escritora se volvió tema común entre los defensores de la “buena literatura”, pues no soportaban que la autobiografía pudiera ser tomada como una literatura seria para hacer crítica social, esto debido a que provenía de una “blanca privilegiada”. ¿Cuál era el mérito de la Annie? Si bien es cierto que muchas veces un texto no puede separarse de su contexto de producción, también es necesario entender que la relación autor-texto siempre ha estado presente en la historia de la literatura.
El problema radica en los lectores heteronormados que ven en Ernaux a una escritora que ha preferido hablar desde una postura feminista, donde el papel de la mujer ya no sólo es de personaje incidental, musa o relegada a un objeto. Si bien es cierto que los temas que plantea en sus novelas ya han sido tratados por otras escritoras, el hecho de que éstos se muevan en lo autobiográfico, hacen que el texto se vuelva en algo vivo.
Ernaux hizo lo que Shakira. Sacar provecho creativo y monetario a partir de sus vivencias. Y aunque son diferentes manifestaciones artísticas las que se implican, es claro que el contexto vivencial de las autoras permite la composición de obra artística. La autobiografía no es nueva, ha estado presente en mayor o menor presencia incluso en obras clásicas; basta con pensar en algunos hexámetros de Hesíodo para darnos cuenta que allí ya había pequeñas huellas autobiográficas que después conoceremos como texto autoficcional.
¿Está mal lucrar con la intimidad? Pareciera que sólo es malo cuando lo hacen las mujeres. El mundo actual aunque parece deconstruido en sus valores heteropatriarles, aún sigue gestando comentarios y posturas minimizantes hacia las creadoras artísticas. Se juzga fuertemente a Ernaux porque expone su caso y postura frente al aborto y a la libertad sexual, pero se aplauden las “proezas” de Bukowsky en sus más de sesenta libros autoficcionales.
Leía hace un par de días una publicación de Facebook que decía que las mujeres aún no están preparadas para escribir cosas elevadas más allá de lo autobiográfico. Quizá en realidad es que la mayoría de los lectores, pese a que pueden tenerse como instruidos, son en realidad bárbaros que utilizan los libros como garrotes cavernarios. Y allí los vemos tratando de aporrear aquello que no entienden mientras gritan “¡Bunga, bunga!”