Cultura

Biblioteca Autogestiva El Kantón Libertario. 18 años de Resistencia

Marylin Y. Alcántara Guerrero

San Andrés Cuexcontitlan, comunidad otomí al noroeste de la capital mexiquense conocida por su importante herencia cultural representada en artesanías, tradiciones y una profunda religiosidad, guarda además un marcado sentido de la organización, ya que ha sido el mismo pueblo quien construyó su iglesia, escuelas, centro médico y mantiene, hasta el día de hoy, una lucha incansable por la autonomía de sus pozos de agua.
No es extraño entonces que en este pueblo tan aguerrido surgiera, de parte de un grupo de punks allá por el año 2001, la iniciativa de tomar un espacio abandonado y sucio para convertirlo en una biblioteca. El Kantón Libertario, o simplemente El Kantón, como muchos lo conocemos, es una biblioteca autogestiva, un espacio okupa que, a través de los años, ha tenido que resistir no sólo al escrutinio público, sino al tiempo mismo que todo lo olvida. Es un lugar de lucha y resistencia y, para los que hemos tenido la fortuna de vivirlo, de leer los libros, asistir a conferencias, talleres u obras de teatro, es más que un lugar, una familia. Una familia que cumple dieciocho años este mes de septiembre.
Para adentrarnos en la historia de El Kantón, visitamos a Rigoberto Cruz, Rigo, como le decimos de cariño, oriundo de San Andrés y quién, siendo un adolescente punk, con un grupo de amigos conoció el espacio en 2002 y se involucró en un proyecto que hasta el día de hoy continúa. Nos platicó de los inicios, cuando la biblioteca llegó a sembrar recelo en una población muy devota, ya que enarbolaba la bandera anarquista a un costado de la iglesia principal. Acto verdaderamente revolucionario apenas visto en la zona metropolitana de Toluca, en un pueblo llegó a dejar en shock a algunos. Además, dado que el acervo de libros apenas empezaba a nutrirse, los círculos de estudio eran en torno al anarquismo, sus exponentes y el punk, hubo natural desconfianza por parte de la sociedad hacia el espacio el espacio.
“Nos sentíamos chiquitos cuando veníamos a las reuniones, nosotros no sabíamos mucho del anarquismo teórico, sólo lo conocíamos a través de las canciones de punk que escuchábamos, por eso varios dejaron de venir, pero quienes nos quedamos aprendimos mucho”.
Algunos de los fundadores, al no ser de la comunidad, terminaron por dejar la biblioteca para emprender otros proyectos; así fue como, para el año 2006, se quitó la bandera y se cambió el nombre a “Biblioteca Autogestiva El Kantón Libertario”, aunque ello no significó dejar de lado los principios que le dieron origen. Rigo nos refiere que “teníamos que abrirnos a la comunidad, al final, somos parte de ella, mucha gente no tenía idea de lo que significaba el anarquismo y debíamos cumplir con el objetivo de ser un espacio para el pueblo, lo hicimos a través de los niños que hasta el día de hoy son los que más visitan la biblioteca”.
Ésta comunicación con la comunidad ha sido decisiva para establecerse como espacio cultural; más aun, un espacio de libertad en tiempos en los que parece que las cadenas “nos las ponemos solos”. Fue en esta necesidad de autoafirmar las raíces, que llegó Mariela, La abuela, una mujer por demás fuerte, con una profunda identidad con sus orígenes indígenas quien, a través de la danza, convocó a muchas personas del pueblo que por primera vez se acercaron y conocieron la seriedad y responsabilidad con la que se maneja la biblioteca. Sin embargo, por esta situación El Kantón recibió críticas por parte de otros colectivos quienes consideraban que era una contradicción a las convicciones del espacio. “… pues sí, parece una contradicción al anarquismo, pero es nuestra raíz, si comparamos esos principios con los principios otomíes en realidad no hay mucha diferencia, obviamente el lenguaje no es el mismo, pero los conceptos, ayudar, solidaridad si existen”.
Si lo vemos con una visión amplia, es un pueblo libre, las comunidades indígenas tienen mucho del anarquismo sin ser conscientes de ello; por eso, es que las condiciones sociales se han acomodado para que cada tres años se gane la lucha por el espacio, pues con cada nueva administración la presión para sacarlos es latente. “Comandancia, policía militar, vestidores, oficinas; cada tres años vienen a decirnos que nos vayamos que porque van a poner cualquiera de esas cosas, nos han querido tachar de malvivientes, delincuentes (risas) ¡hasta drogadictos! Han venido de todos los partidos a prometernos cosas y no lo han logrado porque la gente ya nos conoce, manda a sus hijos a hacer la tarea, viene a pedir préstamos de libros a domicilio, viene a danzar con La abuela, a ver documentales, a las actividades que cada año organizamos en el aniversario, a ver Secreto de confesión*; hemos sido sede de festivales nacionales de teatro libertario, danza prehispánica, hasta narración corta; hemos tenido exposiciones temporales de pintura; aunque no está necesariamente relacionado con el pensamiento libertario, este espacio es para la comunidad y tenemos planes de crecer” declara Rigo con la seguridad del que sigue un ideal.
Actualmente la biblioteca tiene un acervo de cerca de 3800 libros y una agenda cultural abierta al público en general y, como cada año, pone todo su esfuerzo en organizar un festival de tres días en cada aniversario. El próximo 6, 7 y 8 de septiembre es la cita.
Así es como nos despedimos de El Kantón ante el mural de Ricardo Flores Magón con la mirada en el horizonte, los estantes de libros dispuestos y los claroscuros que juegan al fondo, junto a la ventana, donde hablan en voz baja dos curiosos que buscan algo que leer; nos dijo un “hasta pronto” el abrazo solidario de la siempre libre, siempre de pie, Biblioteca Autogestiva El Kantón Libertario.

*Puesta en escena del Kantón, con la que se han presentado en múltiples foros a nivel nacional.