Cuerpo territorio de paz: otra mirada de la migración

Autora: Erika Andrea Currea Toro

Nacionalidad: Colombiana

Edad: 37 años

País de residencia: Chile, Peñalolén, RM

Murió: 13 Noviembre 2019

 Viajar, viajar, viajar creo que la palabra y la acción quedo grabada en mi mente desde que era pequeña. Recuerdo que con mis papás y hermanas cada fin de semana tomábamos las maletas y nos íbamos a “descubrir-conocer” nuevos municipios de los departamentos (regiones) de Cundinamarca, Boyacá, Amazonas, Santander…en Colombia. Estas ‘exploraciones’ transcurrieron durante toda mi infancia y parte de la adolescencia. Cuando tuve edad de viajar sola direccioné mi ruta hacia zonas lejanas de mis padres, fue así como reafirmé mi amor por las nuevas culturas y lugares. En un momento determinado decidí viajar a Chile, dos propulsores me hicieron tomar la decisión, por un lado crecer personal y profesionalmente y otro el económico. Desde esa decisión ya han pasado dos años y nueve meses y he vivido diferentes situaciones que han permitido conocerme más, reflexionar sobre acciones que han sido censuradas, reprochadas, señaladas o quizás omitidas, también han permitido fortalecer una parte fundamental de mi ser como el tramitar las tensiones que existen sobre las distintas nociones de desarrollo de mi país de origen sobre el país de acogida, construir redes con personas que están viviendo mi misma condición, entre otras. 

Desde que llegué a este país he cuidado muy bien mi territorio, es decir mi cuerpo, porque entre los cambios de horario, la añoranza de tu gente, la contaminación, empatizar con la gente del país receptor, las estaciones, el estrés laboral, manejar las frustraciones propias y las de los demás dentro del sistema de transporte hacen que tu territorio se desestabilice y los dolores del alma y del cuerpo se exacerben.

Pero hablando de otro plano de mi territorio, el emocional. Encontré en este país el amor de pareja mi complemento, que apoya y equilibra la cotidianidad, la tranquilidad y sostiene en momentos de ansiedad, miedo y zozobra. Pero también, fue aquí que por primera vez en mi vida he sido discriminada por mi orientación sexual miradas morbosas, miradas llenas de odio, actos reprochables como el sentir la saliva de un hombre desconocido en tu territorio porque vas de la mano con tu novia hicieron que me preguntara si es posible educar para la paz en esta cultura de violencia, intentar que ese otro reconozca la alteridad, abrir espacios donde se desaprenda-aprenda, deconstruir y reconstruir continuamente con respeto, cariño y búsqueda de la justicia a través de alternativas pacíficas para así resaltar el valor del reconocimiento de todos los seres humanos como interlocutores válidos. Por todo lo vivido durante estos 2 años y 9 meses y el cariño que le tengo a este país quiero basar esta ponencia sobre el cuerpo como territorio de paz y por lo tanto es mi mirada de la migración.