De la sed de justicia al odio social

Marco Antonio Oviedo

**Lo real, lo cierto es que no hay nadie preso, salvo Rosario Robles, Juan Collado y Emilio Lozoya. Pero las decenas de ladrones que se hicieron inmensamente millonarios en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña, gozan de cabal salud.

Las cosas no marchaban bien en nuestro país, y no desde hace 36 años, en los tiempos de Carlos Salinas de Gortari, sino desde mucho antes, desde aquellos tiempos en los que los políticos se hacían ricos pero salpicaban a los demás y todo quedaba hasta ahí.

Los tiempos pasaron, los gobiernos pos revolucionarios lograron que nuestro país saliera medianamente adelante pero a la par, se empezó a “profesionalizar” la manera en que los políticos y sus aliados (una nueva clase empresarial, de ese entonces) pudieran robar los dineros de la nación, sin que se les aplicara la ley y en el peor de los casos, ni siquiera se supiera de esos grandes robos al país.

Esta “profesionalización” del robo a la nación, aunado al encumbramiento de una élite de empresarios poco éticos, produjo en México tres grandes males: la falta de desarrollo acorde a nuestros recursos como país; el crecimiento de la pobreza por la mala distribución de la riqueza, y la institucionalización de la corrupción en el gobierno, en sus tres niveles.

Y esos fueron precisamente los tres ejes de la interminable política de denuncia de quien hoy es, nuestro presidente constitucional. Andrés Manuel López Obrador, supo leer muy bien la coyuntura nacional y con la perseverancia que le caracteriza, en el 2018 alcanzó un triunfo electoral, con el cual, paralelamente casi destruyó el sistema de partidos en México.

Sin embargo el costo social, fue muy alto, y lo sigue siendo. Nadie en su sano juicio podrá decir que México hoy está en franco desarrollo, con un modelo de gobierno dedicado en promover estratégicamente los sectores productivos del país; que la brecha de desigualdad y los índices de pobreza, están siendo reducidos paulatinamente, con un modelo de gobierno orientado a potencializar las capacidades de la población y de atraer inversiones en proyectos a las zonas olvidadas por los gobiernos anteriores, más allá de repartir recursos públicos a sectores desprotegidos, y de castigar con todo el peso de la ley, a quienes en el pasado inmediato, desfalcaron a la nación con el robo de miles de millones de pesos.

Por sentido común, podríamos estar de acuerdo que la parte del desarrollo y de la reducción de la pobreza, no se pueden resolver en 16 meses de gobierno, y menos aún por esta pandemia que hoy azota al mudo y a México (tal vez por eso declaró AMLO que esta emergencia sanitaria, le venía como anillo al dedo a la 4T). 

Pero también hay que ser críticos, lo cierto es que no hay programas serios de gobierno para impulsar el desarrollo y para reducir la pobreza en nuestro país. Un pendiente de gobierno que, no se logrará con la construcción del Tren Maya, con la construcción de la refinería de Dos Bocas, con la construcción del aeropuerto de Santa Lucía, ni mucho menos con inyectarle miles de millones de pesos a PEMEX. Es claro que se necesitan otras fórmulas que, seguramente no saldrán del actual gabinete.

Pero de estos tres ejes, el combate a la corrupción si pudo haber tenido resultados tangibles en estos 16 meses de gobierno. Porque ahí están los datos y los hallazgos de la Auditoría Superior de la Federación, las investigaciones de la UIF y las propias investigaciones de la FGR. Lo malo es que se optó por engendrar el odio social y el “estigmatizar” a los corruptos, como una estrategia política y no por aplicar la ley a los corruptos.

Ahí están las decenas de nombres y cargos de quienes están involucrados en la llamada “Estafa Maestra” que sirvió como galvanizadora del odio social, el cual no sólo se ha estado orientando hacia quienes robaron los dineros de la nación, sino también hacia quienes critican la mala actuación o las malas decisiones del actual gobierno. Todos están en el mismo costal.

Cualquier voz disonante del actual gobierno es, corrupto, neoliberal, conservador, neoporfirista o plañidera del dizque viejo régimen. Lo real, lo cierto es que no hay nadie preso, salvo Rosario Robles, Juan Collado y Emilio Lozoya. Pero las decenas de ladrones que se hicieron inmensamente millonarios en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña, gozan de cabal salud. Por la simple y sencilla razón cobarde de que “lo mío, no es la venganza”.

Eso sí, el odio social ha alcanzado familias y amistades. Nos hemos divididos en dos Méxicos: los que apoyan al actual gobierno y los que no lo apoyan por diversas razones. 

Ese odio social, falto de justicia y muchas veces carente de sentido común, ha alcanzado proporciones irracionales de ambos bandos. En estas dos semanas murieron Gerardo Ruiz Esparza, ex secretario de la SCT y dos funcionarios actuales de esta dependencia y del actual gobierno, y el odio social desplegado en contra de estas tres personas, raya en la barbarie, lo vuelvo a repetir, de ambos bandos. Todo es odio social, hasta la actual pandemia está cargada de odio.

Paradójicamente, este odio social se verá reflejado en las próximas elecciones de 2021 y seguramente los resultados no van a ser los esperados, simple y sencillamente porque el futuro de una nación no puede estar fincado en el odio social.

La pregunta es ¿por qué no se pasa del odio social a la simple y llana aplicación de la justicia?. Tal vez porque la justicia no gana votos para el 2021 o porque hay otros acuerdos ocultos o porque sencillamente no hay la capacidad y la voluntad para que la justicia se aplique.

En la farándula de la mañanera del pasado viernes 17 de abril, nuestro presidente fue muy claro “lo más importante en la lucha en contra de la corrupción es que se estigmatice a los corruptos”. De aplicar la justicia, nada.

marcoov57@yahoo.com.mx