DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Isaac Ocampo García

(A mi madre, y a mi compañera de vida <+> en su día)

“En toda sociedad, el grado de emancipación (libertad) femenina constituye la medida natural de la emancipación general”. Charles Fourier.

“Hablar de la mujer – dice <el Pecas> – es quedar como el cohetero”.

Por ejemplo, yo, si hablo de mi madre ya muerta, recordando sobre todo, cuando yo era chamaco, es comenzar a decir, que, qué infierno aquél cuando ella o mi abuela me empezaban a “jeringar” con los asuntos de la religión o doctrina cristiana: cristiana católica para ser exacto.

Comenzando con la persignada, que dar gracias a Dios porque me había permitido despertar una vez más. Había ocasiones en que había que ir a misa. Si tenía yo “suerte”, tocaba misa con un solo sacerdote, pero si no, misa de tres ministros, y ahí era el acabose. “Cuánto va a durar esto”, me decía a mí mismo.

Pero hubo días, en que había que acudir por la tarde al Rosario. Es decir, rezos y más rezos, hasta fastidiar al más calmado de los niños. Para acabarla de joder, en el mes de mayo ir vestido todo de blanco a la iglesia, con mi ramito de flores para írselos dizque ofrecer a la virgen; en mi caso a la de La Merced.

Cierto, dos mujeres, mi madre y mi abuela, sí que me zarandearon con eso de la religión católica cristiana.

“La educación religiosa en la infancia es un abuso”, dijo alguna vez Luis Gonzáles de Alba, aquel joven luchador en el “Movimiento Estudiantil del 68”.

Y sí que fue un abuso, pero como eran, se puede decir, mis dos madres, las que todo lo que hacían por mí y hacia mí, lo hacían porque me amaban…

¿Cuál abuso entonces?

Recuerdo que los días sábados por la tarde llegaban al barrio las monjas (Madres) de San Bernardino, iban por todos los chamacos, niñas y niños para instruirnos en la doctrina cristiana católica.

Finalmente hice mi primera comunión, previo examen (que nos hacían a todas y todos) por cerca de 40, o 50 madres (monjas). Aunque también fui acólito en esa iglesia.

Así entonces. Mis dos madres (Madre y abuela), más las monjas de San Bernardino. Es decir, mujeres que tuvieron que ver en mi vida, digamos que religiosa.

Ya después vinieron, la que fue mi compañera de vida (+), y mis hijas. 

Otro recuerdo. El que mi madre me aconsejara acerca del respeto que siempre le debe uno de tener a la mujer, sea lo que sea: “A la mujer, hijo, hay que respetarla por sobre todas las cosas, así sea prostituta; hay que respetarla”.

Amén.