Doña Chonita

Colaboración especial para Semanario Punto 

 Manuel Figueroa

—Doña Chonita, buenos días ¿cómo se encuentra? hoy usted siempre temprano exprimiendo naranjas

—Bien hijito me encuentro muy bien ya vez aquí haciendo por la vida, no hay de otra ¿tu mujer cómo sigue? Supe que estaba muy enferma

—Si doña Chonita, ya ve como son esas enfermedades que ni p´tras ni p´delante, p´ningún lado. La medicina como si se la diera a una piedra

—Resignación hijito, resignación que sea lo que Dios quiera. Así es la vida, unos llegan y otros se van

—Todavía ayer que abrió los ojos me dijo que como se arrepentía de no ir a visitarla cuando usted la invitaba, pero ya ve con eso que dijeron que la quería iniciarla para bruja ya no fue

—Hay hijito, ya vez como son los chismes, pero bueno, si los médicos no pueden hacer nada menos yo, ya no es tiempo todo a su tiempo como dice la biblia que hay un tiempo para todo. Dios sabe lo que hace

—No sabe cómo me siento, solo al saber que mi mujer me falte, estoy tan apegada a ella. Bueno basta de lloriqueos, deme mi jugo

—Ya que estas aquí quiero aprovechar para pedir algo, si tienes medicina para el dolor de la que ya no uses

—Toda la uso, doña Chonita, pero dígame cual medicina necesita

—No es para mí, es para una señora que anda corta de dinero

—Deme el nombre la consigo y se la paso a dejar por la tarde

—Gracias hijito

— ¿A poco también estas aprendiendo a ser brujo, esa medicina la compran los brujos?—Me pregunta el boticario de una manera irónica No le hago caso porque cree mucho en cosas de hechizos y brujerías. El piso de su negocio está pintado de color amarillo para prevenirle de un mal de ojo, el techo tiene cintas de colores rojo, amarillo, morado y negro dice que el color le protege con la energía que tiene de todo lo malo y hasta del demonio. Tiene al cuello todos los amuletos habidos y por haber sin faltar semillas de ojos de venado, bolsa pequeña de franela roja con ajo macho, escapularios, collares de todas las tribus especialmente de las africanas. Su pecho parece estante de colgajos mágicos de todos colores. Su cabeza coronada por una tela roja, que se la dio un brujo de Sonora en una ceremonia de protección que le hizo especialmente hace unos años. En fin, está protegido contra toda fuerza sobrenatural dañina que exista. Pago la medicina, salgo de la botica. Al salir pienso que como es posible que halla personas tan obsesivas. Termino mi turno, al paso por la casa de doña Chonita para dejarle la medicina, está en su jardín regando las plantas medicinales—Doña Chonita, aquí está lo que me encargo, le traje dos cajas

—Muchas gracias hijito, Dios te lo va pagar componiendo a tu mujer, horita mismo se las llevo, gracias de nuevo.

Conozco a la señora desde la niñez y la veo igual como que no pasan los años por ella, su pelo cano, cara arrugada delgada y de baja estatura, ligerita al caminar, dentadura completa. Mi padre me decía que siempre la miraba igual y que su padre, mi abuelo, también la conocía desde su niñez. La conocen por “la bruja Chonita” la frecuenta personas de todas las partes de la república y no pocas del extranjero, se dice que tiene mucho oro en lingotes dentro de su casa, donde no permite la entrada a nadie. En la mesa donde vende el jugo de naranja, ahí le consultan y ahí mismo les entrega brebajes que ella prepara, nunca en su casa.

Cada vez que puedo compro el medicamento en la botica de siempre se lo paso a dejar, doña Chonita agradece con lo de siempre. 

A dos cuadras de donde vivo se ha formado una banda de rufianes que asaltan y no hay persona que los detenga, como no contamos con policías hacen de las suyas, ya golpearon a varios habitantes para robar lo poco de dinero que llevan encima. Dos de los golpeados han ido al hospital de la ciudad cercana, los otros convalecen en sus hogares con remedios y curaciones del boticario. Espero no salir de noche, porque es la hora que acostumbran para hacer sus fechorías. Una mañana me comentó doña Chonita que a uno sus tataranietos le golpearon y que se vio bien grave pero que ya salió de la crisis con mucho trabajo. Le comento que lo pienso para salir por la noche ya que de repente mi mujer le pega duro el dolor y tengo que pasar por la bocacalle donde se la viven los rufianes. No te preocupes, solo con mucha precaución o rodea la cuadra, me comenta doña Chonita.

Se corre el rumor que cuando entierran algún muerto, por la noche llega al panteón un perrito blanco pequeño y se mete en la tumba y sale con algo en la boca, que un espíritu chocarrero anda suelto. Deben de estar locos para espiar a ese disque espíritu. Para mí que son puros cuentos para espantar a la gente, hasta no ver no creer.

Mi esposa me comenta que hay en el pueblo un hombre muy sospechoso, que no le gusta como mira a la gente, que le da muy mala espina. No te preocupes creo que no tenemos nada que temer si es que es mararife no creo que venga por alguno de nosotros. A las dos de a mañana se escuchan tres balazos y el ruido de un carro que sale veloz. A los pocos minutos empieza a gritar doña Espe, MATARON A MI MARIDO, MATARON A MI MARIDO, repetidas veces con llanto lastimero. Su marido era un hombre alto, cuando se emborrachaba golpeaba a la persona que se le ponía enfrente. Lo que se dice es que se dedicaba a vender droga en la ciudad y que debía dinero al que se la compraba. Fue un ajuste de cuentas. Por la mañana como siempre paso a comprar un jugo de naranja en la mesa de doña Chonita, muestra una alegría contagiosa. Le entrego dos cajas de medicina. Nunca le pregunto para que es o para quien hasta se me hizo costumbre. El boticario, como no le hice caso con lo que mecía que si era aprendiz de brujo y demás cosas, no me comenta nada solo me las vende. A veces lo único que me dice después de saludar; ten te tengo tus dos cajas, se las pago sin más explicación. Doña Chonita está tan contenta que me dice que no me va a cobrar el jugo como recompensa a la medicina que le regalo.

 Por la tarde sale el cortejo del “grandulón” al panteón muchas personas le acompañan comentando y preguntando entre ellos lo de siempre. Asegurando cosas o indagando si le dolió  la muerte. Uno de ellos con mucha sapiencia dice que la muerte no duele ni espanta que lo único que hace es pasar al alma al otro lado del rio. Que uno es el que le cuelga los “milagritos” a la calaca. 

Mi esposa después de mucho tiempo estable está noche se despierta el dolor de su vesícula. Es casi media noche sin pensar en la banda de rufianes me encamino a la botica, hay luna llena y alumbra toda la calle. Al pasar por la casa de Teodoro algo me llama la atención y en el borde de la azotea está un ave brande como guajolote negro, no camina, brinca como lo hacen las pajaritos. Está muy grande para ser guajolote. Me detengo lleno de sorpresa. Veo con detenimiento para saber que animal es, ¡¡CARA DE DOÑA CHONITA!! pegada en los hombros de esa ave. Sé que me está mirando, no se oculta. Cosa curiosa no me da mucho miedo porque no creo lo que veo. Sigo caminando y escucho un graznido repetido muy fuerte, le veo de nuevo y tiende sus alas volando en círculos elevándose ya muy alto se deja caer como lo hacen las águilas. 

Sigo caminando, delante de mí me acompaña un perrito color blanco caminando muy derecho y de vez en cuando se acerca, le quiero acariciar, no se deja. Al entrar al terreno de la pandilla me salen dos nombres. Hasta aquí llegué dije a mis adentros, doy media vuelta para regresar, me salen otros dos. No sé de donde pero me lleno de valentía. Voy a quitarme el cinturón, me defenderé como pueda a pesar de la desventaja. El perrito se adelanta acercándose a los hombres de enfrente. Sin ver como uno de ellos sale volando por los aires como muñeco, de inmediato el otro, los de atrás también sin pensar sigo caminando sin dar crédito a lo que vi. Paso a un lado de ellos con toda prisa, por si alguno se levante para hacerme daño, les veo de reojo, y si están tendidos sobre el suelo. Camino a toda prisa, consigo las pastillas para quitar el dolor, regreso por otro camino. Busco al perrito, no le encuentro, de seguro llegó a donde vive.

Casi no dormí por estar al pendiente de mi esposa. Salgo al jardín a respirar el fresco de la mañana. Teodoro pasa caminando va por pasto para sus borregos. Me saluda y me comenta que andan una runfla de policías investigando la muerte de cuatro hombres que eran policías que mandaron a nuestra comunidad, que murieron misteriosamente. Me comenta que para él eran los rufianes que asaltaban. 

La rutina de siempre, salgo por la mañana, paso a tomar un vaso de jugo de naranja con doña Chonita. Me mira con ojos profundos y una sonrisa maliciosa. Sin decir palabra me sirve el vaso. Le respondo de la misma forma, una sonrisa. Recuerdo el ave que miré anoche. La cara de doña Chonita en esa ave negra. Se corre el chisme en la comunidad que las bruja y ella se convierten en animales custodiada por un perito blanco cuando van a sacar las entrañas de algún difunto recién enterrado.