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El feo sin suerte

Isaac Ocampo García

(A: Los amigos y no amigos que me conocieron)

Por ahí alguien me cuestionó respecto de la opinión que de mí mismo hice, de haber llevado una vida tan: ¡Hueca!

Hueca (contesto), porque desde pequeño no logré lo que quería o lo que debía ser. Lo más lastimoso, que a lo largo y ancho de mi existencia (ya casi 75 años), pasó y sigue pasando; siempre lo mismo.

He dicho que mi primera bronca con Dios (con un Dios en el que me hicieron creer a la fuerza), fue “porque me hizo feo, aunque lo peor fue, que aparte de feo, también me hizo sin suerte.

La situación comenzaba a manifestarse, justo todos los días en punto de las 6 de la mañana cuando nos levantaban de la cama (A mi hermano Gerardo y a mí) nuestra madre o la abuela, para ir por la leche y el pan.

Llegábamos a la lechería (con los Arizmendi), y de inmediato alguno de esa familia comenzaba a “chulear” a mi hermano, en cambio a mí ni me “pelaban”. (Es la edad, creo yo, en que sí se sienten ese tipo de diferencias)

Luego, pasábamos a la amasijo de doña Lucía (A esas horas la señora ya bien arreglada y bien pintada), escogía yo el pan, lo pagaba y justo cuando íbamos ya de salida: nada, que doña Lucía, “se descomponía toda”, diciéndole a alguno de sus ayudantes: ¡denle su bizcocho a Gerardo! (¡Qué niño tan guapo!, le decía, al momento que le estrujaba el cachete con sus dedos con uñas pintadas), en cambio para mí… ¡Nada!

Llegábamos a la casa, y de inmediato mi hermano (Que apenas comenzaba a hablar más o menos bien) con su algarabía por el famoso bizcocho que doña Lucía le había dado, la armaba en grande con nuestras dos madres. ¡Mira, ma´ (alzaba el móndrigo bizcocho), me lo dio…! Al momento que mi madre le preguntaba, ¿y, por qué a Isaac no le dio un bizcocho? Mi hermano se concretaba a contestar: “Feo <cha>, apo yo”. Y así, tooodos los días.

Ya en la escuela primaria (En la gloriosa “Justo Sierra” de Toluca), en lugar de ser un niño estudioso, más bien me dio por ser un niño “desmadroso”. Creo que no había semana que mi madre no fuera llamada a la dirección de la escuela para darle la queja de lo que su hijo había hecho.

Acto seguido (por decirlo de alguna manera), como me gustaba mucho el futbol, soñaba con algún día llegar a jugar en el Club Deportivo Toluca (Club del que soy seguidor, porque “no soy un mal nacido”, les contesto a los que me preguntan que a qué equipo le voy).

Jugué, creo que más o menos bien, digamos que regular. Lo que me permitió llegar a ser seleccionado del estado de México, e ir a varios torneos o campeonatos nacionales. Incluso, junto con mis compañeros; llegar a ser campeón nacional varias veces. Gracias al soccer, fue que conocí varias partes de la república mexicana, pero lo que jamás se dio, que yo jugara, ya no en el Toluca, sino en cualquier equipo, pero como profesional. Lo más cerca que estuve de ello, fue cuando fui a probar suerte en el equipo Zacatepec, del estado de Morelos. En donde se me daba chance, pero con un salario, digamos que pésimo. Pero me ofrecían la oportunidad (para ayudarme con lo del dinero) de trabajar en el Ingenio azucarero cuando no entrenara. Como no acepté, hasta ahí llegaron las cosas con el mencionado equipo.

Recuerdo a don Francisco (Panchito) Hernández, director técnico entonces del mencionado equipo, cuando me presenté con él en el “Coruco Díaz”, lo que me preguntó: -¿Con qué pierna le pegas mejor al balón? –Con la derecha: le contesté. –Bueno (me dijo), pues, te vas al corner, y nos mandas centros, pero con la pierna izquierda.

¿Qué tal si le hubiera dicho: con esa no puedo?

Total, que no me quedé en el Zacatepec. Pero de inmediato, apenas había llegado de vuelta a Toluca, que me lanzo a Torreón. Iba con la idea de llegar al equipo Laguna y buscar a Don Grimaldo Rodríguez; quien estaba allí, al parecer de técnico o de colaborador en el equipo.

Mala fortuna para mí. Me encontré con la noticia que don Grimaldo tenía 3 meses que había fallecido.

En fin. Fui un mal niño, o un niño feo y sin suerte. Un mal alumno (sólo llegué hasta segundo de secundaria). Fui un mal hermano (Gerardo había fallecido al poco tiempo de edad), con mi media hermana. Un mal hijo, un mal nieto (a mis 12 años de edad le quemé los cuadros de los santos y vírgenes de mi catolicísima abuela). Fui un mal compañero de la madre de mis hijos. Fui un mal padre.

Fui un mal obrero, ya que me dediqué más soñar que a tratar de ser objetivo y práctico con eso de la Lucha de Clases, y lo mismo con las luchas sindicales. Jamás fui un líder. Aunque sí luché contra los “charros” sindicales y contra los directivos de las empresas (trabajé por casi todo el corredor industrial, Toluca. Lerma. Ocoyoacac), creo que jamás logré algo bueno para mis compañeros obreros.

Finalmente. Me gusta escribir, pero sé que no lo hago bien. Aspiré a ser periodista, jamás lo logré (¡Ah!, y nada de falsa modestia…)

Sé que ya no queda nada. Más que pedir perdón (Cierto, no tengo ninguna religión). Perdón a todas las personas que llegué a ofender, aunque les seguro no fue mi intención.

Nos leemos en la que sigue. Digo, si es que…