EL OBISPO ROJO Don Sergio Méndez Arceo
Isaac Ocampo García
A: mi madre (+)
Más o menos, allá por los años de 1966-1967, fue que un día en que andaba yo por la Catedral de Cuernavaca, me animé a entrar para escuchar misa (¡Sí, aunque usted no me lo crea!), aunque el verdadero motivo de mi entrada era para conocer en persona a aquel “Obispo Rojo” del que tanto se hablaba, y que era nada menos que Don Sergio Méndez Arceo.
Era un día domingo, y a menos de que uno no estuviera en algún balneario (de los muchos que hay por los alrededores de la “Ciudad de la Eterna Primavera”), cierto, había que estar en misa de doce, para escuchar, de don Sergio, sus muy famosas Homilías o sermones: cuestión esta que mucho me habían recomendado.
Tuve la suerte (despuesito lo comprobé) de haber llegado temprano a Catedral. Fue como a eso de las 10, diez y media, que llegué. La misa sería a las 12, pero aproveché el tiempo para recorrer aquella iglesia; tal como si fuera un museo.
Lo curioso de esta Catedral, según me platicaron gentes que supuestamente conocen de ello, que la iglesia o templo en su construcción, no cuenta para nada de un arco intermedio que pueda servir de soporte a la nave principal de la iglesia…
Serían como las once u once y media, cuando comenzaron a llegar conjuntos musicales de diversa índole. (Conjuntos de rock, de música latina, mariachis, y una sonora; etc.,) Conjuntos en su mayoría conformados por gente joven, y que se fueron colocando en diversos sitios de la iglesia. Como que no daba crédito a lo que estaba viendo, y sólo acertaba a preguntarme: ¿Pues qué va haber aquí? Si no fuera la iglesia diría que iba a haber un jolgorio de “los mil diablos”, pero no.
En fin, que tampoco me dio por preguntarle alguien de los muchos “fieles” que ya habían llegado, y que lo seguían haciendo (Por eso lo de mi “suerte”); pronto se llenó el recinto aquel.
Justo, un poco antes de las 12 del día, por la puerta contraria al altar hacía su entrada “El Obispo Rojo”. Don Sergio Méndez Arceo. Mi impresión al verlo fue inaudita. Alto, como de 1.85 ó más. Su calva brillosa, con un gran bordón en la mano derecha, y a ambos costados de él, varios jóvenes seminaristas lo custodiaban.
Y, llegó el tan ansiado momento de la Homilía. Por fin escucharía a aquel del que tanto me habían hablado, y del que algunas cosas había yo leído.
A la Catedral para esos momentos no le cabía una aguja. Momentos, en los que el Obispo Rojo ya me tenía cautivado con su sola presencia. “Hermanos (Creo que comenzó diciendo), hoy, como casi ya es una costumbre, lo cual me da mucho gusto que así sea, están entre nosotros, hermanos de varias partes del mundo. Lo cual aprovecho buenamente, para pedirles, para sugerirles a los hermanos de los Estados Unidos, que siendo ellos propietarios de algunas Quintas en esta tierra de Emiliano Zapata, sean bondadosos con los niños de Morelos, dejándolos un día entrar a sus Quintas, para que gocen de los beneficios y encantos; tanto de las albercas, como de los caballos con que cuentan esos sitios”. (Palabras, que Méndez Arceo, las repitió, en inglés y en francés, obvio, para los oyentes, ahí; de esos países)
Acto seguido, se dejó oír una música de rock and roll, por encima de las bancas de la iglesia, sobre todo las jovencitas, brincaban de gusto con aquella melodía.
También se oyeron los sones del mariachi, la música latinoamericana, y la de la sonora con ritmos caribeños… (En esos momentos pensaba en la gente de Toluca, en su catedral, en la que, ni pensar hacer allí una cosa así; capaz que no excomulgan…)
“Hermanos, siguió don Sergio: como muchos de ustedes saben. Los compañeros obreros de Textiles Morelos y de Rivetex, están en huelga. Por lo que les pido, que sin más tardanza nos reunamos en los sitios
(Que era afuera de las fábricas) de las huelgas, y nos solidaricemos con estos hermanos nuestros; hoy en lucha”.
Antes de que yo pudiera digerir aquellas palabras, el Obispo Rojo se soltó con esas palabras con las que de plano, me puso en toda la madre. (Bueno, así lo sentí yo). “Hermanos, yo no entiendo, cuál es la diferencia, entre las cosas del Evangelio, y las cosas de Carlos Marx”. “¡No se les olvide, nos vemos en las huelgas!”. –Terminó casi gritando Don Sergio Méndez Arceo…
Tiempo después, además de seguir yendo a las misas de los domingos, tuve la oportunidad de conocer y visitar la Casa de Emaús. Donde creo que pernoctaba don Sergio, además de su maestro, Iván Ilich. También se encontraban por ahí: Douglas Bravo y John Sosa. Guerrillero de Venezuela, y guerrillero de Guatemala, respectivamente. A los que sólo podíamos verlos de lejos.
Nos leemos en la que sigue. Digo, si es que…