El proceso creativo en compañía de Nick Cave and The Bad Seeds

SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

Félix Morriña

**Desde esta vista, el Valle de Toluca, el altiplano mexiquense, a dos mil 600 metros sobre el nivel del mar, frente al volcán Xinantécatl, todo se denota diferente a como se respira escalones abajo. Aquí yace el pasado histórico matlatzinca, desde “El cerro de los Magueyes”, que es lo que significa Metepec.

Hay procesos creativos que trascienden por la espera, por la paciencia de paciente, cuyos resultados no siempre se logran ver en vida. Sin importar el elogio, la sublimación del posible lector, espectador o público, masivo o selectivo, lo que trasciende es la obra, porque ella es la que habla por el autor; ella, la obra, nos cuenta la historia, la trayectoria y el camino que la creación orilló al realizador.

Consciente el autor, debe continuar su incansable labor solo, en completo silencio, muchas veces en el olvido; otras tantas, las desgracias se le acumulan hasta estallar en caos creativo y soltar su interior hasta saciar sus sensaciones en su obra.

Luego, viene ese proceso sanador, en el cual se logra reconciliarse con uno mismo y con el entorno inmediato. Es hasta entonces, cuando uno sabe que ha cumplido con la misión encomendada en el proceso creativo en esta humanidad, haya éxito o fama, o ambas, en el mejor de los casos, o en definitiva, ninguna.

Entonces, ¿para qué crear si no habrá esos resultados que la mayoría de la gente llama “logros”? Se crea por la imperiosa necesidad de comunicarle a los demás lo que uno tiene para aportar, lo que su humanidad le permite ser y estar, sentir y disentir.

Pienso en ello, mientras llega a mis oídos la cavernosa voz de Nick Cave and The Bad Seeds. Me acompaña la melancólica hostia plateada “No More Shall We Part” desde hace días, cuando me lo recordaron por su primera visita a México en el Plaza Condesa, la noche del lunes 18 de febrero del 2013 cuando vino a promocionar el contenido del álbum “Push The Sky Away”.

En esa ocasión, el cantante, compositor y pianista australiano, trajo en la guitarra a Ed Kuepper; en las percusiones y sintetizadores a Barry Adamson; en los teclados Conway Savage y en el bajo a Martyn P. Casey. Todos sobre el escenario solemnes, políticamente correctos para un show memorable.

La poesía de Nick Cave me guía en los 78 escalones que subo día tras día a mi Calvario cultural, a mi espacio sideral, a mi sagrado cigoto lírico emocional creativo. Llego al Teatro Quimera de Metepec para observar al “Pueblo Mágico” desde la terraza de la librería del Fondo de Cultura Económica (FCE), ubicada en el mismo edificio. Rindo pleitesía.

Desde esta vista, el Valle de Toluca, el altiplano mexiquense, a dos mil 600 metros sobre el nivel del mar, frente al volcán Xinantécatl, todo se denota diferente a como se respira escalones abajo. Aquí yace el pasado histórico matlatzinca, desde “El cerro de los Magueyes”, que es lo que significa Metepec. Desde aquí, he decidido emprender camino nuevo, formas de ser y estar diferentes para sobrevivir lo que resta de mi existencia.

La perspectiva de mi nuevo proceso creativo me permite en este momento ver las cosas de otra manera, un canto diferente del libro blanco de la existencia. La hoja en blanco siempre es un reto a vencer para todo literato, pero gustoso de perderse por los laberintos del caos psico emocional hasta encontrar las palabras precisas en el Universo, en la nada, en el vacío, hasta lograr el cometido.

En cada escalón que subo o bajo día tras día para entrenar mi músculo intelectual, rememoro con la emoción, sentimientos encontrados, nudos en la garganta, llanto contenido, al mismo tiempo uno tiene crisis existencial con esa alegría de triunfo que todo primer concierto tiene efecto en el receptor. Las rolas que Nick Cave and The Bad Seeds cantó en esa velada en el Plaza Condesa, espacio concertístico apropiado para disfrutar de la presencia del australiano y compañía, fueron “Tupelo”, “Wide Lovely Eyes”, “Red Right Hand”, “Deanna”, “Jubilee Street”, “Love Letter” (con esta muero y renazco cada vez que la escucho, bueno, en realidad con todas), “God Is In The House”, “Into My Arms”, “From Her To Eternity”, “Jack The Ripper”, “The Mercy Seat”, “The Ship Song” y “Push The Sky Away”.

En esa ocasión hubo dos encores, el primero “Stagger Lee” y en el segundo cantó tres rolas más, si la memoria no me falla, ¡claro!, me apoyé en mis notas y consulté fuentes en la red: “Your Funeral… My Trial”, “Stranger Than Kindness” y “We No Who UR”.

Toca bajar 78 escalones tras este delirio creativo, suficientes para seguir escuchando las nostálgicas, amorosas y poéticas, como rudas rolas post punk de Nick Cave and The Bad Seeds. ¡Así sea!

Recuerde: ¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos!

fmorrina@yahoo.com.mx

Facebook: Félix Morriña

Instagram: @felixmorrina

Twitter: @fmorrina