Elia, la luz que se extinguió

“Cuando amas a alguien; no siempre es el indicado” Elia

“Cuando la gente te permite saber sobre su dolor y hablar de ello, quítate los zapatos. Es un lugar sagrado. Sé humilde, sé amable cuando alguien te muestre vulnerabilidad. ” – Amani Albair

LA COLUMNA ROTA/ VERÓNICA VILLALVAZO (FRIDAGUERRERA)

Elia Salinas Alcántara nació el 1 de mayo de 1955, hermana de Raúl, Carmen, Guadalupe, Socorro, Lidia, Lourdes y Jorge, hijos de don Marcelino Salinas y doña Esther Alcántara. Todos nacidos en Toluca, en el Estado de México, una familia de aquellas que dejaron de existir, con valores, educación y respeto, formados por un matrimonio que toda su vida trabajó para obtener un patrimonio que diera certidumbre a sus hijos.

En aquellos años los hermanos mayores también se hacían cargo de los hermanos más pequeños, entre sonrisas Lulú y Lupita, recuerdan a Elia siempre introvertida, casi no jugaba con nadie, “eso sí, le gustaba hacer concursos en la huerta, en la parcela y nos estimulaba a que trabajáramos y nos daba premios”.

Cada una de estas mujeres y hombres crecieron en un mundo de esos que ahora parecieran, sólo se mantiene en los recuerdos de algunos de nuestros abuelos o padres. A los 15 años, Elia luego de un accidente perdió un ojo, situación que la hizo retraerse mucho más, sin embargo, aquello no le limitó a seguir sus sueños, ser Doctora.

Hicieron su vida, estudiaron, se casaron, llegaron los hijos; sin embargo, Elia, a pesar de que tuvo un novio en Mérida cuando hacía su servicio social, nunca se casó, regresó a Toluca para de lleno dedicar su vida a lo que tanto amaba, la medicina.

Elia era muy empática con sus pacientes, trabajaba en el seguro social, era muy parecida a su mamá. Una persona que sí, veía a alguien sin zapatos se los compraba, si alguien necesitaba comer, se lo daba. Siempre veía por los demás: ayudaba a quien ella acudiera en su auxilio. Así la recuerdan cada una de sus hermanas, sobrinas, sobrinos.

La familia se mantuvo siempre unida: “éramos muéganos”. Ya casados, siempre convivían y hacían paseos y fiestas. Si alguno de ellos necesitaba apoyo, siempre estaban todas y todos para abrazarse y apoyarse en todo lo necesario.

Socorro, Carmen y lidia: tuvieron embarazos a la par, por lo que sus hijos tenían la misma edad. Todos los sobrinos fueron criados a la par, no había preferencia por ninguno de ellos.

Carlos era hijo de Carmen, un ser que desde muy pequeño mostró comportamientos violentos: las hermanas tenían una guardería que tuvieron que cerrar debido a que Carlos golpeaba al resto de los niños, “Tuvimos que cerrar porque los papás pensaban que por ser nuestro sobrino permitíamos que lastimara a sus hijos, situación que no era así” Recuerdan las hermanas.

Entre diversos problemas, Carlos fue creciendo, siempre tratando de aprovecharse de su mamá o sus tías. Lamentablemente, a Carmen le detectaron cáncer, luego de mucho tiempo: cuando la enfermera le avisó a Carlos que su mamá ya estaba en sus últimos momentos, le retiró el oxígeno. Nunca lo vieron afligido, les dio la impresión de que no le dolía la muerte de su madre.

Elia, Carmen y Jorge vivían juntos cuando ella murió. Elia hizo todo por ayudarle, quería cambiarlo tratándolo bien, finalmente Jorge se lleva a Carlos a vivir a su departamento; “terminó siendo hijo de todos”.

Pasaron un sinfín de cosas por Carlos. Una y otra vez tuvieron que sacarlo de problemas, invertir dinero. Saqueó mucho de las propiedades de las hermanas y hermanos. Pero Elia siempre creía que iba a ser diferente, que podía cambiar, que podía ser bueno.

La relación con sus primos era rara, con algunos se llevaba bien, y, a algunas de ellas, las golpeaba o mordía. “Carlos siempre quería quedar bien con todo el mundo. Cuando íbamos a algún bar o a algún lugar, invitaba a todos; al final se iba, nosotros teníamos que pagar” —recuerda Jos.

Nunca imaginaron que la maldad qué vislumbraba Carlos, llegara al nivel de violencia y terror al que sometió a Elia, la tía que más lo defendía, la que le regaló un auto, la que le pagó años de rehabilitación, le rentó un departamento en Cuernavaca, para que se alejara de las “malas amistades” que tenía en Toluca.

El 5 de agosto de 2023, su sobrino Carlos Alberto Salinas Alcántara, aprovechando la confianza que le tenía, tocó a su puerta, y una vez que la indefensa mujer, ahora de 68 años, enferma de Parkinson, con una fractura en el brazo que nunca quiso atenderse, le permitió el acceso. De manera intencional dejó abierta la puerta del domicilio, para permitir el ingreso de dos sujetos más, quienes son identificados como Jorge Luis Pichardo Granados y José Bertín Munguía Garduño. Al encontrarse al interior del domicilio, privaron de la vida a Elia, la causa de muerte traumatismo craneoencefálico severo, no conformes con haberla lastimado brutalmente, la envolvieron en una cobija y la arrojaron con la intención de que tardaran en encontrarla al interior de la cisterna de su casa, en la Colonia las Américas, en Toluca Estado de México. Los días posteriores vaciaron la casa de Elia, con mudanza, robaron las pertenencias que durante toda su vida habían construido, desde los padres de las hermanas Salinas Alcántara. Una vez más les robó, pero ahora los destruyó, al arrebatarles a su hermana Elia.

Los miserables Carlos, Jorge y José, el pasado 30 de septiembre de 2024, recibieron sentencia por feminicidio, de 70 años para Carlos, 62 años para José y 62 para Jorge.

Como siempre lo manifestamos, nosotros sólo somos la extensión de las Voces de la Ausencia. Aquí están las líneas redactadas por Lulú, Lupita y Socorro, hermanas de Elia, Jos su sobrina, y una carta firmada por toda la familia, para Elia, Una familia que hoy forma parte de las Voces de la Ausencia.

Querida hermana: hoy me siento a escribir con el corazón pesado, recordando la luz que eras y la injusticia que te arrebató de este mundo. Tus risas, tus sueños y tu espíritu indomable siguen vivos en quienes te amamos.

La noticia de tu partida nos dejó devastados, me hubiera gustado despedirme de ti en este plano, pero en este momento, como familia, hoy tenemos la frente en alto para enfrentar a quienes te arrebataron la vida.

El 30 de septiembre sabemos que has encontrado la paz debido a que se hizo justicia. Tu vida significó tanto y, aunque el mundo falló, seguimos luchando por ti y por todas aquellas que han sufrido lo mismo.

No puedo entender cómo pudieron haber tomado tu vida de esa manera, arrebataron la esperanza y sueños a alguien que merece vivir en paz.

Nunca te olvidaré.

                                                                                                                                                   Lulú

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Carta a Elia. Hola, Elia, estoy aquí recordándote. Cuando tú naciste, yo era una niña pequeña, pero me acuerdo muy bien. Ese día estábamos en la pequeña casa de mis abuelos, estábamos comiendo un rico mole que mi querida abuelita preparó, y tú al otro día apareciste en nuestra vida. Quiero recordarte en los momentos felices de nuestra infancia. Eras una niña vivaracha y traviesa, cuando fuiste adolescente ya eras muy seria, estudiosa y dedicada, siempre con excelentes calificaciones y nos hicimos adultas, tú siempre procurando a mis Padres y a todo el que lo necesitara, me hubiera gustado más que te dedicaras más tiempo a ti, pero así era tu manera de ser.              

Sé que ahora estás con todos los seres queridos que se nos han ido al cielo, sé que todos ustedes velan por nosotros, dáles un fuerte abrazo a todos y diles que los extrañamos mucho y daría todo por volverlos a ver.   TÚ Y TODOS VIVIRÁN SIEMPRE EN NUESTRO CORAZÓN. LOS AMAMOS.

                                                                                                                                                     Lupita.

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Recibí esa terrible llamada: alguien entró a tu casa y te arrebató la vida. Miles de pensamientos invadieron mi mente, el mundo se vino abajo, y todas las preguntas se reducen a una sola. ¿Por qué? No encuentro una respuesta que no sea egoísmo, cobardía y avaricia. Nadie tenía el derecho de arrebatarte la vida.

Me duele profundamente saber que tus últimos momentos estuvieron llenos de terror y dolor, que lo último que viste fueron esos tres monstruos que te arrebataron la vida. Tú, que siempre ayudaste, que siempre creíste en la bondad de las personas y preferías darlo todo por los demás. Es indignante y tan doloroso que a veces desearía que todo esto fuera solo una terrible pesadilla de la cual pudiera despertar. Lamento tanto no poder regresar el tiempo y hacer algo para evitar tu sufrimiento. Quisiera haber llegado a tiempo y evitar que abrieras esa puerta, pero sé que nada puede modificar lo que te pasó.

Es desgarrador pensar que aquel a quien le diste la mano, en quien creías, y a quien apoyaste incondicionalmente, se convirtió en el monstruo que, junto con otros dos, planeó y ejecutó tu asesinato, abusando de tu confianza y de tu condición de mujer adulta mayor. Nada nos va a devolver tu vida, pero me consuela un poco saber que aquellos que te violentaron y arrebataron la vida pagarán y se hará justicia.

Quiero que sepas que nunca serás olvidada. Nosotros seremos tu voz. Tú no eres un número más; eras un ser humano extraordinario, una hija, una hermana, una tía. Tu ausencia representa una pérdida enorme para todos nosotros. Tu vida fue arrebatada de una forma terrible, y nuestras vidas, las de todos los que te amábamos, jamás serán las mismas sin ti.

Quiero recordarte como la mujer bondadosa que fuiste, la doctora profesional, la tía que siempre estuvo ahí en los momentos más difíciles y en los más felices, siempre que la necesitábamos.

A ti solo puedo decirte gracias, gracias infinitas por todo, por tu apoyo, tu amor, gracias por haber iluminado nuestras vidas, por demostrarnos que las personas buenas sí existen.

Tu legado de bondad, profesionalismo y dedicación perdurará en todos aquellos que tuvimos la fortuna de conocerte. Como doctora, tocaste innumerables vidas con tu compasión y tu habilidad. Como tía, hermana e hija, fuiste un pilar de amor y apoyo incondicional. Nos dejas un ejemplo imborrable de lo que significa vivir con integridad y generosidad.

Atte.:

Jos y Soco.

                                                                      Lunes 30 de septiembre de 2024

A quien corresponda:

La familia Salinas Alcántara escribe estas palabras con el corazón y la frente en alto, enfrentando con fuerza a quienes le arrebataron la vida a nuestra querida hermana y tía, Elia Salinas Alcántara. Hoy, podemos decir que ella finalmente ha encontrado la paz gracias a la justicia que se le ha hecho. Agradecemos profundamente a la Fiscalía, al equipo de abogados, a FridaGuerrera, y al juez que, con su firmeza y sentido de equidad, hicieron posible que Elia pueda descansar en dignidad y que su memoria permanezca viva. Elia fue una doctora excepcional que dedicó su vida al servicio de los demás en el Instituto Mexicano del Seguro Social, en la clínica 220 de Toluca. En su consultorio, siempre había un rincón de esperanza para quienes más lo necesitaban. Durante las Navidades, su espíritu generoso llenaba de regalos y adornos los corazones de las familias menos favorecidas, y compartía sonrisas que iluminaban incluso los días más oscuros. Para nosotros, su familia, fue más que una doctora; fue una presencia constante, una mujer que con su calidez nos curaba no solo las dolencias físicas, sino también las del alma. Era una hija amorosa, una hermana creativa, una tía que nos hacía reír, y una profesional comprometida con su vocación de sanar. Por eso, duele tanto que alguien tan lleno de vida haya sido arrebatada de nuestro lado. Pero hoy, los culpables están tras las rejas, y su legado es un faro que ilumina nuestro camino. En México, la violencia de género sigue matando la vida de mujeres. Vivimos en un sistema patriarcal que ha perpetuado la impunidad y el silencio. Pero hoy, gracias a esta sentencia, hemos roto una cadena, hemos encendido una luz. Lo que se logró para Elia es una victoria para todas aquellas mujeres que aún esperan justicia, y esperamos que cada una de ellas reciba un día el mismo reconocimiento que hoy conmemoramos para Elia. Desde aquel 5 de agosto de 2023, nuestra familia ha cambiado para siempre. Hay un vacío que nunca se llenará, una herida que siempre dolerá. Pero el recuerdo de Elia, su ejemplo de amor y lucha permanecerá en nosotros como una llama que nunca se apagará. Ella vivirá en nuestra memoria, no como una víctima, sino como una mujer que merece ser recordada con dignidad, con amor y con justicia.

                                                          Atentamente, familia Salinas Alcántara.

No hay mucho más que añadir a las palabras de la familia, cuando llegaron a nosotros y confiaron en nuestro acompañamiento. Estaban temerosos, pero a la vez seguros de que Elia merecía justicia. Les rompió el corazón, el alma, aunque sonríen. La familia, como todas nuestras Voces, está rota, aniquilada. Los asesinó Carlos, alguien que nunca mereció el amor y bondad de Elia, ni de su familia. Carlos, Jorge y José, confiaron en que la impunidad prevalecería. Afortunadamente, la Fiscalía Especializada de Feminicidio llevó a cabo su trabajo de manera comprometida, así como el acompañamiento siempre de la Comisión de Atención a Víctimas. Hoy los miserables pagarán con creces ese infierno que vivió los últimos momentos de su vida.

                                                                                                       octubre 2024

Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo. De una mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas y contar su historia. Voces de la Ausencia.

 P.D. Cada uno de los textos expuestos en este espacio, son con autorización y acompañamiento de las familias directas de las víctimas, que son las únicas autorizadas para hacerlo. Porque solo somos la extensión de su grito de justicia.

@FridaGuerrera

@vocesDLAusencia