Huelga de hambre en las prisiones: el cuerpo como resistencia
Por Alicia Alonso Merino / Rebelión
Alfredo Cospito es un anarquista italiano cumpliendo condena en la cárcel de Sassari (Cerdeña). Desde el 4 de mayo está sometido a un régimen de aislamiento severo, regulado y conocido como el artículo 41-bis. Este régimen prevé un aislamiento extremo y nació en el vertiginoso contexto de los años 80 como una medida temporal para prevenir revueltas en la cárcel. Con el tiempo se transformó en un instrumento estructural de la lucha contra la mafia y en la actualidad puede ser aplicado a un amplio número de delitos durante toda la condena.
Las personas sometidas al 41-bis viven en confinamiento solitario prolongado, sin contacto con otras personas detenidas, con un máximo de dos horas de patio al día, que disfrutan solas, constantemente vigiladas por una policía especial. Solo una vez al mes pueden recibir visitas de familiares a través de una mampara, por una hora. Pueden recibir/hacer una única llamada telefónica mensual de diez minutos. Además todas sus cartas son abiertas, leídas, y autorizadas y son limitados el número de objetos, libros y revistas que pueden recibir – y que también deben ser autorizados. Condiciones según los estándares internacionales que suponen una auténtica tortura.
Después de varios recursos, sin ningún cambio en la decisión político-administrativa de mantenerlo en esta situación y cómo último medio de protesta por este régimen inhumano y degradante que supone una muerte lenta en vida, el 19 de octubre del 2022, Alfredo Cospito ha iniciado una huelga de hambre que dura hasta el día de hoy, corriendo un gran riesgo su vida. Desde el año 2009 son 4 las personas presas que han fallecido en las cárceles italianas al llevar al extremo dicha forma de protesta.
La huelga de hambre en las prisiones, poner el propio cuerpo y la vida como instrumento de protesta, muchas veces es el último y radical recurso que les queda a estas personas para denunciar las injusticias que viven. Es una forma de resistencia pasiva frente a la arbitrariedad penitenciaria o judicial, tomada prestada de la desobediencia civil pacifista, y que se une a otras acciones como son coserse la boca, la negativa a usar uniformes, a trabajar, a salir de la celda, o a cumplir órdenes. En la mayoría de estos casos, los objetivos de las huelgas de hambre son dobles: por un lado conseguir derechos específicos para las personas involucradas; y por otro, llamar la atención pública sobre el tema del encarcelamiento. Se trata de un medio de protesta pacífico que consigue poner en jaque al sistema, al enfrentarlo a un dilema: hacer concesiones o usar la fuerza, que será en última instancia contraproducente porque supondrá una violencia aún mayor y una violación a la dignidad e integridad de la persona.
Las primeras que utilizaron este método como forma de resistencia fueron las sufragistas británicas a principios del siglo XX. Desde 1905 hasta 1914, más de mil mujeres fueron encarceladas en el Reino Unido por las tácticas de lucha que emplearon para conseguir el voto y reformas sociales. Sus “crímenes” eran quemar buzones, romper escaparates, hacer marchas. En 1909, Marion Wallace Dunlop, encarcelada por colocar en la pared de la Cámara de los Comunes un extracto de la Carta de Derechos, se declaró en huelga de hambre para que fuera reconocida como presa política. Después de 91 horas de ayuno, fue puesta en libertad1. Descubierta esta poderosa herramienta de resistencia, muchas otras la siguieron, dando lugar a la brutal y conocida reacción violenta por parte del gobierno británico de la alimentación forzada de sus cuerpos.
Fueron también mujeres presas las primeras que utilizaron esta forma de resistencia en las prisiones franquistas. En el 1946, en la prisión de Ventas, 500 reclusas llevaron a cabo una huelga de hambre colectiva contra la represión de la dictadura. Con los años esta “arma” será ampliamente utilizada en las cárceles del estado español por los presos y presas políticos del franquismo, por los integrantes de la COPEL2, del GRAPO3 y de la ETA4 o los insumisos al servicio militar. Y así hasta llegar a nuestros días dónde ha sido puesta en práctica por presos sometidos al régimen especial de primer grado penitenciario5 y por los políticos catalanes presos por organizar el referéndum del 1-O6.
La abogada turca de origen kurdo, Ebru Timtik, fue condenada a trece años y medio de prisión por pertenencia a una organización terrorista en un macrojuicio donde no tuvieron acceso a las pruebas y se utilizaron testigos anónimos. En total fueron condenados a 159 años de prisión, 17 abogados y abogadas kurdas. Ella falleció el 27 de agosto de 2020, después de una huelga de hambre durante 238 días, reclamando un juicio justo. En las últimas décadas, miles de activistas kurdos en las prisiones turcas han iniciado “ayunos de muerte” para denuncia las represión, las condiciones de encarcelamiento, las torturas y los malos tratos a los que son sometidos de forma sistemática por el gobierno de Ankara.
En la prisión de mujeres de Temuco (Araucanía chilena, territorio mapuche), la Machi Francisca Linconao inició una huelga de hambre el 23 de diciembre del 2016 para protestar por el mantenimiento de su prisión preventiva y declarando su inocencia en un proceso por el que sería absuelta dos años después. Al igual que ella decenas de presos políticos mapuches se han visto abocados a esta medida para reclamar el respeto a sus tradiciones culturales, condiciones dignas de encarcelamiento y procesos justos. Como el Machi Celestino Córdova que ayunó por 107 días hasta que el gobierno firmó un acuerdo que reconoce la pertinencia cultural en la aplicación del régimen penitenciario. Acuerdo anulado posteriormente por la Contraloría del país que mantiene como una sanción grave la participación en huelgas de hambre.
Amneh Muna y Hana Shalabi son algunas de las presas políticas palestinas en cárceles israelíes que desde los años 90 han recurrido a la huelga de hambre como medio de protesta. Razones no faltan: detenciones arbitrarias, falta de garantías legales mínimas, torturas y malos tratos, desatención médica, condiciones degradantes de encierro y un largo etcétera. Los ayunos, individuales o colectivos, de los prisioneros y prisioneras palestinos se ha convertido en otra forma de lucha, desde el encierro, contra la ilegal ocupación.
Continuar la lista por países y activistas sería tristemente interminable. La huelga de hambre en las prisiones es un medio de protesta legítimo en un contexto donde este derecho estructuralmente viene limitado y muchas veces sancionado. La visibilidad y la presión a la institución desde el exterior se hace fundamental para apoyar a las personas presas que recurre a esta acción, y que convierten su propio cuerpo, en un instrumento de protesta y resistencia.
Notas:
1 https://www.theguardian.com/commentisfree/libertycentral/2009/jul/06/suffragette-hunger-strike-protest
2 Coordinadora de Presos en Lucha
3 Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO) fue un grupo armado marxista-leninista español fundado en 1975.
4 Euskadi Ta Askatasuna («País Vasco y Libertad» en euskera) fue una grupo armadonacionalista vasco independentista fundado en 1958.
5 Se trata de un régimen de cumplimiento de condena en aislamiento bastante parecido al 41-bis italiano descrito.
6 Referéndum por la independencia de Cataluña realizado el 1 de Octubre del 2017.
Fuente: https://desinformemonos.org/huelga-de-hambre-en-las-prisiones-el-cuerpo-como-resistencia/
** [Imagen: Khitam Saafin presidenta de la Unión de Comités de Mujeres Palestinas y la parlamentaria Khalida Jarrar, prisioneras políticas en cárceles israelíes]