La vaca buena gente

Manuel Figueroa García

Colaboración especial para Semanario Punto

Sábado 21 de marzo, día de descanso. Mañana muy fresca para salir a correr. Pero es sábado… aummmm, qué flojera. Mi amiga se fue de puente con su familia. Estoy sólo ¿qué haré, qué haré? Ya sé, siempre he querido visitar la pirámide de Tenango, sé que su verdadero nombre es Teotenango. Mi sombrero de lona, mi termo con café y mi torta, y a disfrutar de un día de campo.

Son las siete, soy el primero en llegar a la pirámide; pago la entrada, subo la escalinata ¡qué hermosura! Me pregunto cómo o con qué materiales labraron la piedra. En la cima domino el valle, el sol empieza a subir en el cielo azul limpio. No hay personas, me figuro que es muy temprano y como es sábado vendrán pocas visitas. Sentado en un escalón veo una cabeza de tigre ¿qué estaba pensando la persona que lo esculpió? Toco la piedra y con la uña quiero cerciorarme qué tan dura está. Durísima. Si no conocían el hierro, ¿con qué lo hicieron? Esa y muchas preguntas me hago. Apuro mi torta con tragos de café, mientras disfruto de la pirámide, maravillado de lo grandioso de los indios que la hicieron.

No me di cuenta que hay un hombre sentado a un lado mío, todo vestido de blanco; yo de pantalón y camisa mezclilla, tenis y sombrero de lona azul, él todo de blanco ¿y eso? —Hola, buenos días ¿también viene a recibir energía? —Sí, también. Pensé que se refería a la energía del sol, así que cortésmente le contesto afirmativamente. Ya ve que hoy es un día muy especial, yo cada año vengo, me dice muy convencido. Para no contradecirle le contesto que yo también —¿Es primera vez que viene, verdad? Sin saber por qué me lo dice, le contesto que sí. Lo digo, señala, porque viene vestido de color azul. Es un color que me gusta y toda mi ropa es de mezclilla, le contesto. Me imagino que es usted de otra organización. Sí, lo soy, me empieza a incomodar porque quería seguir observando todas y cada una de las partes de la pirámide y él estaba parado frente a una cabeza de jaguar que deseaba escudriñar. 

Caigo en cuenta que hoy 21 de marzo es día de inicio de la primavera y natalicio del Lic. Benito Juárez. En todas las pirámides y cerros de ceremonia ancestrales, muchas personas festejan este día que es un día especial, un día de tomar energía. Yo estaba de espaldas al sol, quiero rodear al hombre de blanco, y al voltear veo más personas, unas ya en la explanada y otras subiendo las escaleras, todas de blanco, un señor con penacho, taparrabo y un sahumerio prendido echando humo con el olor inconfundible del copal. Suben varias personas vestidas así, como se lo imaginan, a la usanza azteca o algo así. Falda con grecas y hombres con taparrabo y todos los danzantes con penachos de plumas multicolores y tamaños y cascabeles de yoyote en los tobillos, sonando un tambor, una bandurria y un violín, suben bailando al son de su música repetitiva. ¡Órale! La pirámide está llena desde la entrada, personas todas vestidas de blanco, mujeres, hombres, niños de todas edades. Unas en silla de ruedas o con muletas o bastones, pero todos queriendo subir a la pirámide. En la explanada hacen lugar para que inicie la danza; la persona que carga el sahumerio se dirige a los cuatro puntos cardinales haciendo reverencia. Le están pidiendo permiso a los cuatro dioses principales de los aztecas y están bendiciendo a todos los presente, me dice el hombre con el que platiqué, quien ya está cerca de mí, pues no hay lugar, todo lleno. Suena el ronco caracol tres veces; me dice que es momento de levantar los brazos al sol. No supe qué decir ante tal espectáculo ¿Y para que se suben los brazos, que se gana con eso o qué o para qué? Fue lo único que pude preguntarle. No lo sé, pero creo que es para que se le quite a uno lo pendejo y se haga uno buena gente, me dice rápidamente, levantando los brazos casi obligándome a que yo hiciera lo mismo. Levanto los brazos hacia el sol. No me sentía ridículo porque todos lo hacían, otros cantaban, otros rezaban en español y unos en náhuatl, otomí o mazahua, no lo sé, pero todos hacían algo, unos hasta soltaban el llanto purificador. 

Veo panorámicamente y hay mucha gente, lleno de personas; en ese momento me sentí uno de ellos, una persona que deseaba que se me quitara lo pendejo y ser buena gente. Cuánto pendejo y mala gente viene, me pregunto y me da una risa que no me aguanto, más bien carcajada. Vea cómo ya le está entrando la energía, ya se está riendo. Lo que yo siento es como se estuviera dentro de una campana de energía invisible, me siento protegido; la energía del sol le está protegiendo lo pendejo, si es eso no va a poder entrar la energía de la buena gente. Siguen los danzantes bailando a todo lo que da su energía. Remembranza de algo que pasó, que se perdió y que se quiere revivir para sentir que aún se pertenece a una nación que está desapareciendo gracias a la injerencia económica extranjera, con anuencia de las máximas autoridades. 

No pude disfrutar toda la pirámide, y como pude empecé a bajar abriéndome paso. Ya en la explanada de abajo veo a un señor con una vaca blanca adornada totalmente con flores de todos colores y una fila de personas para tomarse una fotografía, abrazadas de la vaca de la energía. Una cubeta con agua y alfalfa y no tenga que caminar para buscar comida. “La vaca de la suerte” “Tome una foto abrazando a la vaca traída de la India” dice un letrero escrito con pintura roja sobre un cartón colgado del pescuezo del animal. Fila para fotografiarse con tan sagrado animal, que mientras tuviera alfalfa no se movía; estaba muy tranquila. Me acerco para cerciorarme de que es verdad lo que veo; la vaca, al sentir mi cercanía, mueve la cabeza sin ser amenaza. No le tenga miedo, es una vaca buena gente, en verdá no es mala, es muy tranquila, se hace pendeja, pero no lo es, me dice el dueño. Toma tu turno y hasta la puedes abrazar, cinco pesitos por foto. Una vaca buena gente y no pendeja, de seguro tomó sol antes de todos o lo tomó en otro lugar de mucho más energía. Espero seguir siendo pendejo y  mala gente.