Mi escapulario

Por Isaac Ocampo García

(A mi abuela Rita, que me habló tanto, y de tantos misterios)

Sin saber cómo ni cuándo, me vi de pronto en un campanario, y lejos de reparar en tal “desacato”, sólo acerté a hincarme juntando mis manos sobre mi pecho. Sentí, que se me salía el corazón del cuerpo, y sin saber cómo ni cuándo, de repente… me oí rezando. ¡Y, mi escapulario, ese que me diera mi abuela un día de mi cumpleaños, que allí estaba tirado!

Sentí que algo dentro de mí se “retorcía”. ¡El demonio! – me dije – aún más asustado. Sin darme cuenta, sin saber cómo ni cuándo. ¡Clarito oí que rezaba más y más alto!

Empapado en sudor estaba, y el dolor en mis rodillas hizo que sobre uno de mis costados al suelo rodara, y mi desesperación – que ya era muy harta – hizo que hacia las escaleras mirara; sólo que las de este campanario eran muy altas.

¡Ilumíname, Dios mío!, dije hacia mis adentros, y sin saber cómo ni cuándo, en eso que se mueve uno de los lazos del campanario. Tocarían a misa de 6, y yo allí tirado con las manos sobre mi pecho, hechas nudo, y éste, por no sé qué fuerza; tan duramente apretado. Ignoro qué tanto duró ese martirio, pero ya… yo estaba llorando.

Y en eso que suena el primer “campanazo”. Aquello fue atronador, y casi revienta mis oídos. Y yo que seguía allí tirado… sin saber… cómo… ni cuándo.

¿Qué hacer – me dije −, con esto que ata tan fuerte mis manos? ¡Mi escapulario, mi escapulario! Como que algo me empujaba para poder alcanzarlo, y sin saber cómo ni cuándo hacia él me fui arrastrando… ¡Igualito como lo hacen los gusanos!

¡Perdóname, Dios mío, si es que te he ofendido tanto!

Mis manos, mis manos estaban ya cerca de mi escapulario, y sin saber cómo ni cuándo, cuando mis manos quisieron alcanzarlo, mis dedos… como que se fueron “engarrotando”.

Pronto me revolví, igualito como lo hacen los gusanos… cuando alguien va a pisarlos. Después fue mi cara la que ya estaba junto a mi escapulario, pronto quise poner mis labios sobre él, para al fin poder alcanzarlo. Sólo que antes de poder hacerlo… sonó un segundo “campanazo”.

Apenas llegaba mi boca a él, y sin saber cómo ni cuándo… ¡De pronto… de pronto desperté!

¡Bendito seas, Dios mío, bendito seas! ¡Tan sólo estaba soñando!

De inmediato recordé lo de mi escapulario. Sin saber cómo ni cuándo, las manos al cuello me llevé, y como allí no lo encontré…

Lo busqué aquí, allá… por todos lados. ¡Jamás pude encontrarlo!

Quizás tenga que buscarlo en algún campanario.

Tal vez ahí pueda encontrar, ése mi escapulario…

¡Ése que mi abuela me regalara… Un día de mi cumpleaños!