Internacional

Momentos convulsos piel valientemente

Autora: Marcia Carolina Rivera Correa

Nacionalidad: Chilena

Edad: 41 años

País de residencia: Chile, Peñalolén, RM

Al esperar en migración la nuevavidaempezó a ser tan pesada que no sé qué es más pesada si las maletas o el hedor de odio que expele la persona detrás de esa caja de vidrio. No lo sé y la verdad no quiero saberlo. Ansiedad, miedo, frustración es lo que siento y demuestro cuando me preguntaron sobre la estadía y no sé qué más cosas, mi voz se quebró, todo se volvió tan lento que solo pude pensar en los brazos de mamá. Señora rápido, no me entiende. Si no sabe espere un momento ya viene el encargado de migración para hablar con usted. Todo fue tan rápido. Me llevaron a una habitación, revisaron las maletas, la ropa, mi cuerpo. Invadida por manos, miradas, palabras. Si no lleva nada, entonces no hay nada que temer, es lo que me repetían una y otra vez. Todo por la nueva vidafue mi oración. 

Marchas, disgustos, penas, lagrimas, completos, sopaipillas, lukas, cachai…mi diario vivir, sentir, respirar, en el trabajo sentimos que nos rebataron nuestra risa, la vida continúa. Aunque me han dicho que está prohibido que los hombres digan piroposmás de uno me ha ofrecidosacarme de la pobrezay no de la mejor manera. Yo ni los miro. En el trabajo mis compañeros me tratan muy bien, aunque sé que mi color de piel no es aceptada, pero eso a mí no me importa. 

En ocasiones siento tanta impotencia y más cuando me preguntan de dónde soy, siempre me asocian con lo peor de mi tierra, desastres políticos, la rancia y amañada corrupción, les hago gestos de enojo y de manera educada los callo. Yo me construyo día a día, mis valores tienen buenas bases, solo quiero ser parte de este hermoso país.

 Nosotros pecamos por ser pobres, no tener auto, no tener vecinos empáticos con la situación. Vientos helados recorren la cordillera de los Andes como la cordillera de mi columna. Decidimos salir corriendo a tomar un taxi para ir al encuentro físico de mi hijo, por fin tendré en mis manos ese milagro. Tantas historias contadas, risas, bailes, lágrimas de felicidad, sueños, trasnochos, llegó la hora. Los minutos se me hicieron eternos, no paraban los taxis. Por fin un señor con buen corazón hizo la parada. Subimos dando pataditas de amor, exigiendo su espacio propio en este espacio santiaguino.  Yo tratando de contener el dolor, no sé en qué momento la situación salió de control. El caballero del taxi enloqueció, vi cómo se convirtió en un ser malo, no sé cuál fue nuestro pecado, paró el auto, nos gritaba, bajó, sacó una barra de metal, nos amenazó, nos obligó bajar del taxi, amor mío estás protegido, nada te pasará es lo único que pensaba. Le grite a ese caballero que no nos podía dejar ahí. Salió corriendo…

Azul, blanco, rojo, no siento mis pies, no puedo moverme, siento un dolor inmenso, amor mío espérame. Cerré mis ojos, con el último aliento y calor…pujé y pujé. Yo no sé de dónde saqué fuerzas, pero ahí nació mi pequeñito, en el suelo, arropado por el smog, con papelitos de colores en suelo. No escucho el llanto de mi ser perfecto, tampoco sentía mi cuerpo, llegan ambulancias, personas, carabineros. Llegamos al hospital mi hijo decide entregar su alma, no le gustó su primer encuentro con esta realidad. Yo decido seguir sus pasos.