Morena, un partido sin liderazgo y sin rumbo para las elecciones del 6 de junio

Por: Marco Oviedo

Durante el transcurso de este año, diversas han sido las señales tempranas que evidencian que el panorama electoral del 6 de junio no le podría ser propicio al presidente Andrés Manuel López Obrador y a su partido. Y aunque todavía no está nada escrito ni definido en lo electoral, hoy por hoy, las cuentas no le alcanzan a AMLO para asegurar que, en el segundo tercio de su mandato, contará con el poder legislativo para realizar todos los cambios constitucionales que ha planeado y seguir avanzando con su mal llamada 4T.

Como buen político de la vieja guardia priista, nuestro presidente ha operado por lo menos tres estrategias: continuar estigmatizando los anteriores gobiernos del PRI y del PAN (hoy conocidos como PRIAN); destacar sus logros de gobierno y confrontarlos con los anteriores gobiernos (nuevamente del PRIAN), y dar algunos golpes espectaculares en su lucha en contra de la corrupción, que fue uno de los principales pilares que lo encumbraron en la presidencia de la República.

Sin embargo, como es sabido, el poder desgasta, y en el caso del presidente López Obrador, no es la excepción; más aún cuando sus logros de gobierno han sido verdaderamente pírricos, si de manera racional se analizan los resultados de sus decisiones de gobierno y los beneficios que nuestro país y su población han obtenido de estas decisiones. No es lo mismo ser gobierno que ser oposición.

En su primera estrategia, su discurso y su narrativa estigmatizadora de los anteriores gobiernos, parece que ha tocado fondo y su impacto en la población se está diluyendo, principalmente en aquellos sectores que en 2018 votaron por un cambio tangible. Y por lo consiguiente, no está logrando sumar más adeptos a su causa que, si bien es loable y necesaria para México, los resultados de su gobierno no le son suficientes para agrandar la base social que él requiere.

Por lo que hace a su segunda estrategia, es menester señalar que ha gobernado solo (por decisión propia) y porque los poderes fácticos nacionales e internacionales se han opuesto a perder su estatus y han operado en contra de su gobierno de manera abierta y con saña. Sin embargo, también es necesario comentar que sus decisiones de gobierno y sus programas, han ido bandeando de lo sublime a lo ridículo, y el tema es que, en todo ello, se han dilapidado, despilfarrado y mal empleado miles de millones de pesos. Aquí, la pandemia del Covid-19, ha demostrado que no les vino como anillo al dedo.

Y en cuanto a su tercera estrategia de combate a la corrupción, los casos fallidos de Emilio Lozoya, Rosario Robles y los recientemente ejecutados en contra de figuras del PAN, no le han sido suficientes para incendiar o cimbrar el escenario político del país. Y es que, a cada golpe en contra de los corruptos de antaño, la oposición a su gobierno, le ha devuelto varios golpes en contra de los corruptos hoy aposentados en su cartera administrativa o de personas con vínculos familiares.

La síntesis de lo anterior, es que sus primeros tres años de gobierno han sido poco propicios para garantizar una buena calificación del electorado que posiblemente salga a votar el próximo 6 de junio.

Aunado a lo expuesto, su partido no logró del todo salir de la crisis en que se le hundió, a partir de la pésima decisión de encumbrar a Mario Delgado (comparsa de Marcelo Ebrard) como dirigente nacional de Morena y hacer a un lado a Porfirio Muñoz Ledo, quien sin lugar a dudas es, después de Cuauhtémoc Cárdenas y de AMLO, una de las principales figuras del movimiento opositor al PRI desde hace más de tres décadas.

Asimismo, quienes fueron electos en 2018, como gobernantes o como representantes legislativos en la esfera local o federal por el partido Morena, también han sufrido el desgaste del ejercicio del poder, y muchos de ellos no obtendrán el voto de quienes los llevaron a esos cargos. 

Otro ingrediente que está obrando en contra es, la selección de los nuevos candidatos y la reelección de quienes se suponen tenían ganada la elección por su buen comportamiento en el desempeño de sus cargos. Las broncas, literalmente hablando, se siguen dando al interior de Morena, a pocos días de la elección.

El tema es que, ni por el lado del presidente ni de su partido, los números les pintan como quisieran. En la numeralia y porcentajes de las múltiples encuestas (chafas, serias y progobiernistas), Morena está observando una caída constante en el nivel de aceptación electoral. El presidente Andrés Manuel tiene sus propios números y se sabe en riesgo, y lo verdaderamente peligroso es cómo van operar esta crisis, porque una mala decisión, podría dar al traste con nuestro sistema político actual.

Las cartas casi están echadas, y en los escasos días que faltan para el 6 de junio, ya muy poco se podrá hacer en la vertiente mediática. Los mapaches de todos los partidos están actuando abierta y soterradamente para asegurar sus triunfos, unos en contra y otros en pro del gobierno de la 4T. Pero lo realmente pernicioso para nuestro país, será la etapa poselectoral porque se judicializarán una gran parte de los resultados, y quien sabe si valga la pena exponer a México y sus instituciones a una confrontación de esta naturaleza.

Desde hace mucho tiempo, las elecciones intermedias son la respuesta de la población para calificar a su gobierno en turno, sino se aprende de estos resultados, entonces nada habrá cambiado.

marcoov57@yahoo.com.mx