¡Neblina morada en el desierto!

SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

Félix Morriña

Fui a la noche al desierto por respuestas sobre la circuncisión del lenguaje ejercido por recientes generaciones, en el que importa nada lo que suceda alrededor, sólo interesa lo inmediato y efímero. El lenguaje y el idioma, han sido violentados, al grado de ser asuntos sin importancia. ¡Hay neblina morada en el desierto!

Las respuestas aparecen en momentos inciertos y mezquinos. Evito el tiempo de los rezagados y me resguardo en el cobijo de la voz interna, encendida por la paciente mesura de la escritura y de la comprensión del ente amado, que de callada manera escucha y abona para aquilatar emociones encontradas, tras el shock que provoca un Sistema Babilónico.

El sistema engendra el temor, el miedo y ejerce el sometimiento, para tener el control de la esperanza ofrecida. ¿Hombre a quien le das el control de tu existencia? ¿Cómo represento al padre, para que los hijos me representen? ¿Sabes tener mucho, poco o nada?

A sabiendas de coexistir en un Sistema Babilónico, en el que hay que pagar las consecuencias, lo idóneo será despertar o elevar el grado de conciencia de tu contexto social, para discernir el camino a seguir para cambiar nuestro entorno en pro de mejoras comunes.

Hoy amore mío, justo en el momento de su sagrado Renacimiento, agradecí al volcán Xinantécatl, Nevado de Toluca, al térmico cercano azulado cielo, como a las exuberantes nubes en forma de merengue, evitar perdiera cordura y completa calma entre seres carentes de empatía, pero sí llenos de hostilidad, resentimiento, desolación y completa negatividad. 

Hacía mucho que no me sentía aislado, confundido, desconcentrado, con las manos atadas y vacías. Antes no pasaba del enojo y la molestia, pero hoy tomó rumbo hacia una completa frustración e impotencia, con tintes depresivos. Me sentí un ser que bajó la guardia ante la cruda realidad: hay zonas habitacionales en la capital del Estado de México, en el mexiquense municipio de Toluca, en la completa marginalidad, en el completo abandono, son ciudades perdidas, ciudades dormitorio, son ciudades sin ley, donde no existe la autoridad y ésta luce por su ausencia. 

¡La humanidad aquí, carece de sentido, lenguaje, idioma y palabra escrita!

Escucho mi debilitado pulso, mi cansado latir, como la vez que estuve hospitalizado y sabía que tal vez no habría mañana, mientras llueve triste el cielo de Metepec, mi Pueblo Mágico, Tierra del Barro, Árbol de la Vida y la Garañona. Gerardo Enciso me recuerda y aconseja en su canción “Daga” del discazo “Cuentos del miedo” de 1993, lo que un hombre de mi generación debe hacer y proceder para cambiar la situación:

“Las cosas cambian tanto. Están cambiando./ Volteo a mi cama y la veo. Está sangrando./ No quiero verte con una pena en tu corazón./ No quiero verte con ésta Daga en tu corazón./ Estamos todos inmersos en los espejos./ Casa de los espejos, espesos./ En este país, ya huele a sangre./ En este país, algo me huele a sangre…

“Pienso que voy a morir y que se acerca el fin./ Sé que vas a sufrir, estaba escrito así./ Por las venas de tu corazón, espero que no llegue a tanto./ Por las venas de mi corazón, te amo tanto./ Yo quiero verte desnuda y que me des tu amor y también tu dolor./ Hay hambre a tu alrededor, pues hay que actuar mi amor./ Y que no corra sangre./ No quiero verte con esta pena en tu corazón./ No quiero verte con esta Daga en tu corazón./ Yo quiero verte desnuda y que me des tu amor…”.

Dime amor, hoy ¿qué viste en el cielo y vida que no pude percibir que cambiara el momento? ¿Qué más apreció usted que la mirada mía perdiera dimensión y contexto?

He recorrido senderos de desgracia, pero nunca uno plagado de totalidad, de una realidad tan clara como la milenaria verdad escrita, donde yace la mentira vestida de colores que distraen y persuaden hasta el más astuto, letrado, diestro y justo.

Hasta ahora me supe capaz de librar velada realidad con ayuda suya. Me sentí Cortés ante su inmenso árbol llorando su noche triste. Un traicionado prehispánico emperador al que no pudo salvar y guiar a su pueblo. Un hombre sin pueblo, no tiene conexión con la Pacha Mama, y sin esa conexión, no tiene sentido pertenecer a ninguna parte. 

Hay hombres de ninguna parte, que al final del día, en su destino está volver a su origen, donde sembraron su semilla. Los que están lejos del origen, por decisión o imposición, se saben de ninguna parte, porque son de todas partes. ¡A veces me siento así!

Antes de celebrar su etéreo aniversario ante el Cosmos, de darle una vuelta más al Sol, de agradecer ser y estar en esta Tierra, abrazo la milenaria letra escrita en el desierto, para disipar la neblina morada y seguir en busca de respuestas para labrar en la memoria colectiva: “Todo de corazón, palabra y pensamiento”.

Recuerde: ¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos!

“Daga”, Gerardo Enciso:

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