Ni me rajo, ni me bajo: la institucionalidad rota

Marco A Oviedo

Ni en las más controvertidas candidaturas del PRI para la elección de gobernador en el estado de México en las últimas cuatro décadas, se había hecho pública la disputa entre los grupos (exgobernadores) y los aspirantes, como sucede actualmente en la entidad mexiquense.

Lo que comenzó de acuerdo con los cánones establecidos en la política mexicana, con un número amplio de aspirantes que, al paso del tiempo van descartándose por iniciativa propia o por recomendaciones de quienes toman las decisiones, hasta finalmente dar paso al ungido por el gran elector; hoy en día y en los tiempos más difíciles del priismo nacional y estatal, ese molde institucional parece estar a punto de romperse.

Así, de la larga relación de prospectos sólo quedan de pie Alejandra del Moral y Ana Lilia Herrera; primero amigas partidistas, luego contrincantes a la candidatura y hoy, al parecer, enemigas políticas, en un escenario donde las desavenencias entre los exgobernadores y el gobernador actual, están trascendiendo del ámbito de la secrecía política al espacio del escándalo público, en el que se alimentan las grandes especulaciones que terminan por afectar los mejores proyectos.

Ni me rajo, ni me bajo rezan los espectaculares que Ana Lilia Herrera mandó a colocar, en primera instancia, a la salida y a la entrada de Toluca, para que el gobernador del Mazo lo tenga presente y para que toda la gente lo vea y saque sus propias conclusiones. La aguerrida, la llamada invencible pero también la hija putativa del impresentable Arturo Montiel está explorando terrenos muy alejados de su trayectoria institucional, y tal vez no sea malo, el problema es que lo hace en momentos que ni le son propicios para su partido ni mucho menos le son favorables para su imagen política, porque hoy ya todo mundo sabe que detrás de sus aspiraciones está Arturo Montiel, uno de los personajes más oscuros y dañinos para el estado de México.

Estos episodios parecieran ser el signo de los tiempos actuales. Lo vimos con Ricardo Monreal y con Marcelo Ebrard en el espectro nacional, y recientemente con Higinio Martínez, quien todavía no asimila la futura candidatura de Delfina Gómez para 2023. Lo vimos también en las elecciones de Oaxaca e Hidalgo, donde finalmente el PRI perdió en forma abrumadora. Episodios que indudablemente están dejando efectos negativos que la población registra y que abren posibilidades a otro tipo de escenarios que dificultarán el logro de los objetivos planteados.

Pero en el caso de Ana Lilia, el asunto no se agota en el desafiante mensaje de sus espectaculares, sino que sus operadores políticos están alimentando la versión de que si la candidata es Alejandra del Moral, es porque el gobernador Alfredo del Mazo va a entregar “la plaza” a Morena, y con ello, posicionar en la mente del electorado de que la candidata más débil es Alejandra del Moral. Menudo favor le hacen al PRI, quienes diseñaron esta estrategia.

Hasta antes de que se ventilara públicamente la lucha interna por la candidatura del PRI en la entidad, las opiniones a favor de Alejandra del Moral y de Ana Lilia Herrera eran observadas como una disputa legal y natural; incluso las encuestas (reales y cuchareadas) en las que se les confrontaba contra Delfina Gómez, las ponían como las más fuertes aspirantes para encabezar una eventual alianza partidista, con grandes posibilidades de competir contra la alianza de Morena. Hoy esta lucha interna que de manera natural se ha venido dando entre los aspirantes a una candidatura partidista, cobra otra fisonomía y alimenta el cúmulo de especulaciones que desde lo más alto del poder nacional se están promoviendo, a saber:

  1. Que el presidente Andrés Manuel está presionando a Enrique Peña Nieto para que saque las manos de la elección en el estado de México para que Morena triunfe en la elección de 2023.
  • Que el gobernador Alfredo del Mazo impondrá la candidatura de Alejandra del Moral y sacará las manos de la elección para que Delfina Gómez sea la próxima gobernadora de la entidad mexiquense.
  • Que las presiones en contra de Alejandro Moreno y Marko Cortés (tanto externas como internas) son para que se disuelva la alianza Va por México, tanto en el nivel legislativo como en el electoral, y el presidente López Obrador tome todo el control para aprobar sus reformas y para conservar el poder después de 2024.
  • Que ante un posible desmembramiento de Morena al no designar a Marcelo Ebrard como candidato para 2024, el presidente AMLO uniría a su movimiento a todos los priistas conversos y conformaría un nuevo partido posterior a retener la presidencia de la República.

Sin embargo, todavía queda camino por recorrer y faltan muchos acontecimientos por suceder. La lucha por el poder es una hidra y cada una de sus cabezas habrá de acometer de acuerdo con la coyuntura planteada, por lo tanto, el futuro es todavía incierto y lo será más si se siguen ventilando públicamente las discrepancias actuales entre quienes tienen la misión de designar a la próxima candidata del PRI y de formalizar la alianza que enfrentará a Morena en la elección del año entrante.

marcoov57@yahoo.com.mx