“Por eso soy vendedor ambulante”
Isaac Ocampo García
(El Cuento Corto a Silvia Hernández Pérez. Infatigable luchadora)
Eran los años 70-80 cuando nos reuníamos con los vendedores ambulantes (V.A.) de la ciudad de Toluca. Apenas las autoridades del ayuntamiento de esta ciudad los había desplazado de la avenida Juárez (en donde en ese entonces se ubicaba la Terminal Central de Autobuses). Dichas reuniones se llevaban a cabo en las semanales Asambleas de la “Ernesto Che Guevara”, una de las organizaciones principales (sino es que la más) que representaba a un gran número de estos trabajadores urbanos de la ciudad capital del estado de México.
Asambleas de “la Che Guevara”, en las que obviamente se trataban los problemas habidos y por haber respecto del ambulantaje con las autoridades administrativas, y con los inspectores del comercio “informal”, los que “de harina y huevo” los extorsionaban y extorsionan.
La Che Guevara, hay que decirlo, no era una organización cualquiera, pues tenía y guardaba relaciones tanto con otras organizaciones de ese tipo, en otras regiones del país (CNVA -Comisión Nacional de Vendedores Ambulantes-, el Frente Popular Tierra y Libertad de Monterrey, Nuevo León, y la CONAMUP -Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular-) como con organismos dirigentes, reconocidos a nivel nacional en Jalapa, Veracuz, Zacatecas, Durango, y Puebla.
Como el problema, entre autoridades y el comercio ambulante es antiquísimo (y de seguro seguirá existiendo), así entonces los enfrentamientos entre estas dos partes en la región de Toluca, “se daban como en maceta”.
De tal manera, que los V.A. se organizaban para llevar a cabo, plantones y marchas de protesta por los malos tratos tanto de autoridades como de los pecaminosos inspectores (verdaderos maleantes, contratados como tales, pues en sus quehaceres por lo que les pagan, reprimen, decomisan -o roban, que es lo mismo-). Es decir, elaboraban panfletos, carteles y mantas con mensajes alusivos a sus “luchas contra el poder y sus lacayos”. Elementos de mensajería, en los que habitualmente no escaseaban las faltas de ortografía. Asunto que incluso las mismas autoridades les hacían ver, en lugar de hacer caso omiso de esos errores, y avocarse a tratar de resolver los asuntos que habían provocado dichos enfrentamientos.
Cuando entre nosotros se les cuestionaba por esas faltas ortográficas, no faltó el vendedor ambulante, que “serena y conchudamente” nos contestara, que “por eso era vendedor ambulante, porque no sabía escribir correctamente”.
Se les proponía que se pusieran a leer, que al menos leyeran el Bando de Policía y Buen (…) Gobierno, para que así supieran por dónde y por qué los iban a fregar los inspectores. Todo terminaba en un abucheo generalizado de toda la asamblea contra los proponentes, y… Tan tan…