“Primero no querían mi trabajo, luego me pedían camionetadas de él”
Entrevista.
Guillermo Romero Zarazúa
Metepec, México. La casa-taller (acaso museo) del maestro alfarero Adrián Luis González se encuentra en la cabecera municipal de Metepec. Nos recibe su hijo, el roquero integrante de “Orines de Puerco” el “Boti”, Miguel Ángel González, heredero del talento del padre. Sin más preámbulo, le comentamos que queremos platicar con el maestro.
Miguel Ángel “Boti” nos lleva ante él. “Papá, es el Memo, quiere platicar contigo, ¿te acuerdas de él?”
Don Adrián trabaja sentado en una silla frente a una fría plancha de cemento, tapa sus piernas con una frazada, en la plancha tiene una pella de barro, desliza los dedos. En la húmeda arcilla moldea con destreza una especie de candelabro, se ve el oficio.
Atrás, en la pared, hay muchas fotos con personajes de la sociedad y políticos, también luce un mural del alfarero y artista plástico Raúl Rock. Trabaja al lado de ángeles y policromos árboles de la vida y catrinas.
¿Cuántos años tiene de alfarero don Adrián?… ¿cuántos acariciando el barro?
Toda mi vida, desde que yo me acuerdo. Me inicié a los ocho años; hacía unas figuritas de molde, eran unos leoncitos; después los quemaba mi tío Timoteo para después pintarlos de un solo color, de oro o aluminio, color plata. Mi tío Timoteo González fue el iniciador del árbol de la vida aquí en Metepec, él fue el hermano de mi mamá y en la casa de mis abuelos vivíamos todos. Recuerdo que mi mamá y abuelito vendían en Toluca lo que producíamos, eso era cada ocho días, el tianguis era en la explanada de la iglesia de El Carmen.
No recuerda a qué edad recibió su primer premio. Don Adrián nos platica:
No recuerdo. En un tiempo dejé la alfarería y aprendí otros oficios, estuve en un taller de hilados y tejidos, allí aprendí a hacer un telar chico. También aprendí a hacer zapatos, hice calzado fino para dama, en ese trabajo me destaqué, a mí me pagaban un poco más porque realizaba muy bien mi trabajo. Regresé de nueva cuenta a la alfarería; batallé mucho, no conocían mi trabajo, me iba a tiendas en la ciudad de México exclusivas de artesanía, en todas las tiendas me rechazaban, me decían que ya tenían sus artesanos Soteno y Ortega. Entraba y me decían ‘ya te dijimos que no`; bueno, no quiero que me compre, únicamente vea mi trabajo `no, no, no, ni destapes tu bolsita, ya te dijimos que no`.
¿Cómo le hizo para que lo aceptaran?
Una ocasión, como a las 11 de la mañana, tocaron a mi taller, tenía una foto chica de San Juan y unos trabajos de alfarería en la mera entrada. Luego, luego vieron mi trabajo y me preguntaron ¿tú haces todo esto? Sí señor, yo lo hago. `Todo lo que hagas me lo llevas a México, yo te lo compro`. No fue tan rápida la cosa, me puse a pensar… luego me pregunta que si conozco la capital, le digo que sí. `Mira, enfrente de la Alameda Central hay un museo, allí me llevas tu trabajo, yo te lo compro`. Y le respondo: no le voy a llevar nada `; ¿cómo que no me vas a llevar nada?` mire, ya fui varias veces y siempre me dijeron que no, le dije los nombres de las personas que me rechazaban, eran los jefes de compras. Finalmente acepté. Cómo a los 20 días voy a la capital, dije ‘a ver si es cierto que me compran la mercancía’. Llegué y ahí estaba el señor Carlos Espejel, era el director del museo. Me dijeron que sacara mi trabajo y que me lo pagarían. `Yo me llamo Carlos Espejel, ellos son mis trabajadores y de aquí en adelante te vamos a comprar’. En 1980 saqué mis colores tierra, no son como las anilinas de fuertes, son el negro y blanco opacos; con esos colores, me dijo la jefa de compras de FONART `mira, artesanía con estos colores, por camionetadas, yo me encargo de comprarte todo lo que me traigas`.
Don Adrián recapitula:
Cuando llegué de la capital, me fui con mi tío Timoteo al taller de su casa, no recuerdo cuánto me daba. De todas formas no me alcanzaba el dinero y me independicé, le batallé.
Me iba a la frontera, allá a Laredo, y ofrecía mi trabajo, me hacían pedidos.
Por cierto, no podía pasar al otro lado a comprar ropa, y los pinches gringos llevaban sus camionetas bien llenas de artesanías; sin embargo a nosotros en el autobús nos esculcaban nuestras maletas, no dejaban pasar nada, hasta parecía que sabían qué llevábamos.
El maestro Adrián Luis González, además de árboles de la vida, elabora soles, ángeles, catrinas y un sinfín de piezas de fina artesanía en barro. Platique con él, contáctelo, visítelo en su casa-taller-museo, estoy seguro que le encantará.