Un año después del 7 de octubre Israel es el Estado más odiado del mundo
Por Marc Vendepitte / Palestina y Oriente Próximo / Rebelión
Traducido del neerlandés paa Rebelión por Sven Magnus
Un año después del 7 de octubre de 2023 hacemos balance de la invasión israelí de Gaza. La lucha de Gaza es la lucha de todos nosotros.
Genocidio ante nuestras narices
Tras el ataque sorpresa desde Gaza el 7 de octubre Israel lanzó una invasión extremadamente mortífera en esta zona altamente poblada. En un año han sido asesinados 42.000 personas en Gaza y otras 10.000 han desaparecido.
Ese es el recuento oficial. La prestigiosa revista médica The Lancet estima que al menos 186.000 personas residentes en la Franja pueden haber muerto, directamente por balas y bombas o indirectamente por falta de atención médica, escasez de alimentos o falta de instalaciones sanitarias. Es más del 8% de la población total.
Otras 97.000 personas resultan heridas, una cuarta parte de las cuales quedan mutiladas para el resto de sus vidas. Además, han sido destruidos el 60% de las casas y edificios de Gaza.
¿Represalias o limpieza étnica?
Oficialmente, la invasión y los bombardeos asesinos son una respuesta a ese ataque sorpresa. Ese día perecieron 1.145 personas del lado israelí. Lo que los principales medios de comunicación a menudo no mencionan es que un tercio de ellos eran soldados o agentes de policía y que una cantidad indeterminado de víctimas israelíes también fueron víctimas del propio ejército israelí.
Dada la gigantesca desproporción de las cifras de muertos (186.000 frente a 1.145, es decir, una proporción de 162/1), es difícil hablar de «represalias». Desde el comienzo de la invasión hubo llamamientos dentro del gobierno israelí para deportar a toda la población de Gaza. Quizás sea esta la verdadera razón de esta guerra brutal y genocida. El ataque sorpresa fue una excelente excusa para llevar a cabo viejos planes de deportación.
La cantidad excepcionalmente alta de muertes entre la población civil, la destrucción sistemática de los servicios de salud y la inanición deliberada de las y los habitantes de Gaza ciertamente confirman esa suposición. No en vano, los jueces de la Corte Internacional de Justicia han llegado a la conclusión de que la invasión de Israel puede ser genocida.
Solo debido a la resistencia de Egipto y a la gran presión del mundo no occidental los planes de deportación no siguieron adelante.
Guerra en expansión
Oficialmente, el gobierno israelí tenía dos objetivos: eliminar a Hamás y liberar a los rehenes. Un año y decenas de miles de muertes después, nada de ello se ha logrado. Sin duda Hamás ha sido duramente golpeado, pero está lejos de haber sido eliminado y, según los expertos, el ejército israelí tampoco podrá conseguirlo.
Mientras tanto, queda claro que la liberación de los rehenes no es una prioridad para Netanyahu, sino todo lo contrario. Rechazó todos los intentos de negociación, incluso a instancias de Estados Unidos. Cada vez está más claro que el gobierno israelí de extrema derecha no busca negociaciones ni paz, una tesis que confirma el asesinato de líderes de Hezbolá y Hamás que estaban dispuestos a negociar.
En las últimas semanas el ejército israelí ha abierto un nuevo frente en el Líbano con la esperanza de arrastrar a Irán a esta guerra. Espera así, con el apoyo de Estados Unidos, asestar finalmente un golpe decisivo a su archirrival. Por ahora, la respuesta de Teherán ha sido muy controlada, pero puede que estemos al borde de un gran conflicto en Oriente Medio.
Occidente pierde crédito
Desde el comienzo de la invasión los países occidentales se pusieron firmemente del lado de Israel. Cuando Rusia invadió Ucrania se impusieron fuertes sanciones económicas al cabo de 48 horas. Un año después de la invasión de Gaza Israel puede proseguir sus actividades sin ser molestado y se siguen enviando armas a Israel desde puertos occidentales.
El asesinato continuado de tantos niños y civiles junto con las declaraciones genocidas de los altos cargos israelíes han convertido a Israel en el Estado más odiado del mundo.
Debido al apoyo incondicional y al contraste con la respuesta a la invasión rusa, Occidente ha perdido mucha autoridad moral en el resto del mundo. Por lo tanto, la guerra contra Gaza está acelerando el deterioro de las relaciones Norte-Sur.
Desde el comienzo de la guerra contra Gaza millones de personas en todo el mundo han salido a las calles contra el genocidio que se está cometiendo ahí, varios sindicatos han bloqueado las entregas de armas, y altos cargos y soldados israelíes han sido acusados en tribunales nacionales e internacionales. Está en riesgo la mejora de las relaciones con los países de la región que Tel Aviv había logrado.
El 7 de octubre y las reacciones que suscitó han cambiado el equilibrio de poder en la región y en el mundo.
La lucha de todos nosotros
El genocidio que el ejército israelí está llevando a cabo hoy en Gaza no es un descuido, sino la consecuencia lógica de un proyecto imperialista y colonial que surgió a finales del siglo XIX: el sionismo.
El colonialismo de asentamiento encajaba perfectamente en el espíritu de la época, pero hoy, a los ojos del Sur Global, el proyecto sionista es un anacronismo. Ya no pertenece a esta época y no tiene futuro.
La “excepción israelí” debe terminar. El pueblo palestino oprimido y aterrorizado, y su resistencia a este «último proyecto colonial» han adquirido un gran valor simbólico.
“La batalla de Gaza es la batalla de todos nosotros”, dijo la antropóloga libanesa Leila Ghanem, citando a Miguel Urbano: “Allí donde el imperialismo concentra sus fuerzas militares, políticas, económicas y mediáticas, quienes le hacen frente lo hacen en nombre de toda la humanidad”.