Viaje metafísico con Pink Floyd y agenda nueva
SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS
Félix Morriña
Tengo la edad suficiente para sostener la frágil memoria de mis años de experiencia en esta Tierra, en una palabra: ¡Gracias! Todo acto correspondió a una larga sucesión de difíciles momentos, para apenas trastocar los extremos, yendo de un punto a otro, cual péndulo sostenido por el tiempo.
El tiempo cumplió su inmisericorde misión, como cirio en altar destruido por la indiferencia. Nadie supo dónde se detuvo el péndulo, ni en qué momento del tiempo espacio de nuestras vidas. Sabes que lograste la travesía al despertar.
La incertidumbre es la materia prima del oportunista, del osado, del creador deseoso de reconstruir su camino, pero no su destino, ése del que mucho se habla, poco se sabe, y casi no se vive lo suficiente para aceptarlo. Hoy debemos reinventarnos un destino signado.
Para crecer, sumérgete en las profundas aguas del pantanoso camino suyo, como si atravesaras tan lento como pudieras cruzar el panteón de tus recuerdos más ingratos, para lograr salir airoso al arenoso doloroso nuevo proceso interno en el que estás inmerso sin saberlo.
¡No te embosques!
Agradece poder hacer lo que sabes hacer mejor en estos tiempos aciagos. Agradécete detectar los malestares físicos, mentales y espirituales para prevenir pérdidas mayores. Desintoxícate de ti mismo, una vez que hayas llegado al hartazgo, convencido del proceso y evita a toda costa la autodestrucción. No te sientas abandonado, mientras tú no te abandones. No te sientas defraudado, cual perro abandonado a su suerte en el bosque por un falso amo, o un amo al que ya no le sirves y no quiere saber más de ti.
¡Naciste solo, así morirás!
Las delicias de vivir al filo de la navaja, de la cornisa, redondeando con punto fino de pluma fuente de mediados de siglo XX, el punto final, lo son todo y ha valido la pena vivirlo todo más allá del límite. Por eso, en cada reinvención debes poner el punto final con el manto del agradecimiento y el humo de tu cirio como velo de tu efímera existencia.
Escribo a mano estas líneas en una sala de espera de hospital, teniendo de compañía musical a Pink Floyd, quien en completo análisis introspectivo me permite disfrutar a plenitud el olor a papel de mi personalizada agenda nueva. La tinta azul de mi barata pluma con punto fino, fluye sobre las punteadas líneas palabras meditadas, resultado de ver y sentir el intenso dolor que viven las personas que han tenido una lamentable pérdida.
La contractura crónica de mi existencia corpórea en nada se compara con ese diario dolor que se vive en los nosocomios del altiplano mexiquense, a dos mil 600 metros sobre el nivel del mar, frente al Nevado de Toluca, el volcán Xinantécatl, en plena estación invernal.
Por los audífonos de mi dispositivo móvil transitan las canciones de “Pulse”, el disco de Pink Floyd que salió al mercado en 1994, año en el que vinieran a México, por primera y única vez al Foro Sol del Autódromo Hermanos Rodríguez de la CDMX, teniendo como líder al maese guitarrista y compositor David Gilmour. Entonces, el álbum de estudio motivo de la gira internacional era el maravilloso “The Division Bell” (1994).
Era la primera vez que un mexicano en su país escuchaba un concierto masivo con sonido cuadrafónico, con una potencia y nitidez inolvidable, sorprendente. Tenía 24 años de edad y estaba viendo a una de las bandas más importantes del mundo en materia de rock progresivo, rock con tintes sinfónicos, cinematográficos, multidisciplinario. De lo mejor que hay en el mundo, lo tuvimos en 1994 en México, en el año de la transición de la realidad nacional. Trato de recordar la última vez que escribí a mano. Mientras redacto en mi agenda nueva letras más raras que de costumbre, porque uno usa más el celular o la computadora para estos menesteres, rayo palabras incorrectas, fuera de ritmo cardiaco psicoemocional, al mismo tiempo trato de calentar mis entumidas manos por la helada de hospital, retrasando las ideas plasmadas.
Vuelvo a concentrarme para terminar esta entrega, donde creo logré transcribir algo de lo que mi cerebro procesó a la velocidad de la mágica medicina tradicional novohispana y el dolor lumbálgico de mi existencia. Además, para desearle a mis progenitores y primogénita el mejor de los viajes de regreso al nido, a la casa familiar, en el momento en el que su destino así lo dicte.
Luego entonces: “Tengo la edad suficiente para sostener la frágil memoria de mis años de experiencia en esta Tierra, en una palabra: ¡Gracias!…”. Recuerden: ¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos! Pink Floyd, “Pulse” (1994): Pink Floyd – Pulse (Live at Earls Court 1994) Full Concert HD – YouTube fmorrina@yahoo.com.mx Facebook: Félix Morriña