¡Zapata vive! ¿La lucha sigue?

** Frotándose los ojos una y otra vez, se acercó al difunto para verlo bien. ¡Ni madres! –tremendo gritote pego pico chulo de repente- ¡Ni madres! ¡Ese no es mi general, Emiliano Zapata! ¡No, no es él!

Por Isaac Ocampo García

(Cuento corto)

Volvía de un pueblo cercano donde había ido a comer conejo adobado y a beber alcohol de caña con algunos de sus camaradas de chupe.

Era ya de noche y una llovizna amigable cubría la ciudad de Cuautla, en el estado de Morelos. En pleno centro, sin embargo, el cohetero, Miguel Ángel, apodado “Pico Chulo”, se daba cuenta que un mundo de gente se arremolinaba a las afueras del palacio municipal. Largas filas desfilaban alrededor de una persona allí tendida; los moradores del lugar le rendían tributo de respeto al fallecido.

“Ha muerto, lo han asesinado”. En tanto pico chulo, tambaleándose por los efectos del alcohol, preguntaba un tanto necio y abriéndose paso entre los dolientes: -¿pos quién, quién es el difunto, a quién asesinaron? -Pos quién va a ser, no faltó quién le contestara; -es el general- ¿Cuál general, arremetía con insistencia pico chulo… ¡El general Emiliano Zapata! ¡Quién más!

De inmediato el cohetero se quiso pasar por alto el orden de la formación e irse hasta adelante para ver con sus propios ojos lo que le estaban diciendo… al momento que vociferaba ¡No, no puede ser! Cómo que ya se echaron a mi general. Pero por su estado más que notable de ebriedad y porque ya lo conocían cómo era de “desmadroso” pico chulo, le impidieron que pasara, regresándolo para que “hiciera cola” como los demás.

Después de más o menos 2 horas le llegó su turno a pico chulo, y aunque la borrachera aún no se le bajaba del todo a duras penas se pudo quitar el sombrero en señal de respeto haciendo malabares para no caerse; o de plano para no irse de frente sobre el difunto…

Frotándose los ojos una y otra vez, acercose al difunto para verlo bien. ¡Ni madres! –tremendo gritote pego pico chulo de repente- ¡Ni madres! ¡Ese no es mi general, Emiliano Zapata! ¡No, no es él!

¡No, cabrones, les digo que no es él!

Un grupo de indios, curiosos por lo que decía, lo tomaron de sus ropas queriéndolo sacar del lugar. Pero, pico chulo, que también era indio de pura cepa, se atrancaba, se cogía de donde podía para que no lo sacaran. A pico chulo lo tuvieron que llevar como res que va al matadero, de las cuatro extremidades en vilo, y diciéndole que ya dejara de decir tanta pendejada; que el difunto no es el general Emiliano Zapata; de quien decían que horas antes en una emboscada había sido asesinado por los esbirros del Coronel Guajardo: justo en la hacienda de Chinameca a donde había sido invitado en son de paz.

Poco rato después, y ya más sereno pico chulo, quienes lo conocían más le preguntaban que, ¿por qué había dicho eso de que el muerto no era el general Zapata? Máxime que todos los ahí presentes ya lo habían identificado como tal.

-Les digo (arremetió pico chulo), les digo que no es el general, pues cómo no lo voy a conocer ¡Chingao!

-No, pos si a esas vamos, nosotros también lo conocemos, ¡Sí!, pero no como yo, les reviró el cohetero.

-Miren, les voy a decir, y pongan mucha atención. ¡El difunto que está allí, y que ustedes dicen que es el General Emiliano Zapata, no lo es, este muertito (Al que pico chulo, como toda la gente, lo había visto con sus dos manos entrelazadas sobre el pecho) tiene los diez dedos de sus manos! Y, ¿eso qué tiene que ver?

¡Cómo qué! ¿A poco no saben que al general Emiliano le faltaba el dedo meñique de su mano derecha? ¡Sí, lo perdió en una lazada cuando doma potros en la capital. El que está allí, tendido, tiene los diez dedos de sus manos. ¡Ese no es el general Emiliano Zapata! ¡A otros con sus cuentos! ¡Bola de pendejos! Terminó diciendo el cohetero, al momento que se alejaba de aquel lugar; echando madres a los cuatro vientos.

¿Era cierto lo que aseguraba aquél borrachín, que el difunto no era en verdad el General Emiliano Zapata?

Fuera una cosa u otra, aquél cohetero de Cuautla ya había sembrado la duda y la desconfianza entre algunos de los ahí presentes.

Emiliano Zapata, sin embargo, como muchos otros humanos de su especie, con su muerte o simplemente con su desaparición de la escena revolucionaria en la segunda década del siglo pasado, comenzaba a ser leyenda, mito o realidad, pero al fin y al cabo ejemplo de lucha; en él: para que hubiera justicia en el campo, y para los intelectuales quizá; por una mejor sociedad.

Después de más de un siglo, en que el Caudillo del Sur fuera pieza importante del movimiento revolucionario iniciado en 1910, Emiliano Zapata ha sido relegado a simple pieza decorativa. Figura, el también llamado o motejado por sus enemigos como el “Atila del Sur”, que sigue siendo aprovechada por el poder a través de insulsas, desgastantes y ridículas ceremonias con el fin único de seguirle “lavando el cerebro” al pueblo; desfigurando y confundiendo los verdaderos ideales y objetivos de lucha del creador del Plan de Ayala. Eso sí, con la cooperación y enseñanza de Otilio Montaño y Gildardo Magaña, de orientación socialista ambos.

Nos leemos en al que sigue. Digo, si es que…