LA CRISIS  POLÍTICA DE 1958

** Al  interior  de  los  sindicatos  la  sujeción  directa  de  las  bases obreras  se  da  a  través  de  sus  propios  dirigentes.

**La  viabilidad de estas formas de control se fundamenta también en las  particularidades del origen social, la  composición  interna  y la  posición,  dentro  de  la  estructura  social,  del  sector  organizado de la clase obrera.

Isaac Ocampo García

Los violentos acontecimientos de 1958 y 1959 sólo pueden explicarse por el fermento que lentamente, a través de 20 años, se fue acumulando en la clase trabajadora. El general Lázaro Cárdenas, uno de los forjadores más prominentes del actual Estado mexicano, puso desde los inicios de su gestión presidencial, y aun antes, gran empeño en lograr la unificación de los trabajadores. -Se cree que, con lo que finalmente lograron el control y sujeción del Movimiento Obrero-.

Estado contemporáneo en México es el  resultante histórico de un  accidentado  proceso de formación y consolidación que partió del movimiento armado de 1910. Las características de la participación de las masas en esta gran conmoción social imprimieron su sello distintivo al Estado posrevolucionario, al grado de que una de sus más importantes fuentes de legitimidad consiste en aparecer como heredero natural de las justas reivindicaciones populares expresadas en la revolución. Hemos visto que, en el plano de la realidad, el Estado ha propiciado un modelo de desarrollo capitalista que si bien permite un relativo mejoramiento en las condiciones de vida de grandes núcleos de la población -relativo, en cuanto a que problemas básicos como la desnutrición, el analfabetismo, la salud pública, la vivienda, continúan a niveles alarmantes-, tiende a  acentuar  las desigualdades en la estructura social. El proyecto de los grupos que a la postre resultaron beneficiados de  la  revolución  -nueva  burguesía,  inversionistas  extranjeros  y ciertos  sectores  medios-  se  concretizó  merced  al  control  ejercido sobre los grupos subordinados. Este control que se expresa en última instancia como aceptación al orden establecido, se implementó a través de múltiples mecanis­mos en que confluyen elementos económicos,  políticos, jurídicos e ideológicos.  Las  formas  de  dominación  incluyen,  en  este  sentido, desde  las  reformas  sociales  a  favor  de  ciertos  grupos  potencial­mente peligrosos, hasta el uso de la violencia física. En el caso de la clase obrera, señalamos la importancia que tiene su  encuadramiento,  a  través  de  distintas  confederaciones,  la  más importante la Confederación de Trabajadores de México (CTM), al partido oficial. Esta relación permite al aparato político contar con una  amplia base de sustentación que se hace explícita como fuerza electoral y de movilización.  La capacidad de control sobre la  clase obrera  organizada  -cuya  importancia  cualitativa  no  puede  ser subvalorada-  fortalece, al  Estado  al  quedar  constituida  como base  de  apoyo  a  ciertas  medidas  internas  o  bien  internacionales que enfrentan resistencia en grupos de poder. De la misma manera funciona  también  como  elemento  de  presión  y  aun  intimidación frente a movimientos contestatarios. En  el  plano  laboral,  y  de  acuerdo  con  la  legislación  vigente,  el Estado  funge  como  mediador  en  las  relaciones  entre  capital  y trabajo. La facultad de decisión en aspectos tales como legalidad o ilegalidad de una huelga, la personalidad jurídica de los sindicatos, etcétera,  ha  operado  como  un  obstáculo  determinante  para  los intentos de construir sindicatos independientes. Al  interior  de  los  sindicatos  la  sujeción  directa  de  las  bases obreras  se  da  a  través  de  sus  propios  dirigentes.  En  efecto,  en  la mayor parte de  los casos,  los hechos demuestran que la  actuación de  los  líderes  -baste  señalar  la  autolimitación  en  las  demandas reivindicativas-  obedece  más  a  sus  compromisos  con  la  alta burocracia  sindical,  el  proyecto  del  grupo  gobernante  y  aun  los círculos  empresariales,  que  a  los  verdaderos  intereses  de  sus representados. El  poder  de  las  camarillas  sindicales establecidas  se  encuentra reformado  por  el  marco  estatutario  de  sus  organizaciones.  Éste determina  una  gran  centralización  de  funciones  en  los  llamados Comités  Ejecutivos  y,  además  de  las  cláusulas  de  exclusión  y exclusividad,  incluye  severas  medidas  disciplinarias  susceptibles de ser utilizadas contra elementos disidentes. La  viabilidad de estas formas de control se fundamenta también en las  particularidades del origen social, la  composición  interna  y la  posición,  dentro  de  la  estructura  social,  del  sector  organizado de la clase obrera. El  estudio  de  caso  que  realizamos,  los  movimientos  sociales  de 1958 -telegrafistas,  maestros,  ferrocarrileros,  petroleros- presenta­ron  diferencias  sustanciales.  No  obstante,  subrayamos  que existió entre  ellos un punto de unión representado por el objetivo común de  lograr  que  las.  autoridades  reconociesen  como  legales  las directivas  electas  democráticamente  por  sus  bases  y  que  eran independientes y, por tanto, opositoras de la burocracia sindical. Resalta  también  el  hecho  de  que  todos  los  grupos  movilizados pertenecían ya  fuera a las dependencias públicas o a las empresas descentralizadas,  y  en  este  sentido  dependían  del  Estado.  Esta peculiaridad  hace que los movimientos de tipo laboral se convier­tan  con  mayor rapidez en  movimientos de tipo  político.  El Estado responde aquí como patrón ante las demandas de los trabajadores. Los métodos de cooptación, desprestigio,  sanciones económicas, ceses,  intimidación,  violencia  física  y  otros  que  utiliza  el  Estado contra  los  elementos  disidentes,  se  realizan  a  través  de  distintas instancias. En  este  caso  se  encuentra  a  un  primer  nivel  la  burocracia  del propio  sindicato  del  que  se  trate  (SNTE,  STFRM,  STPRM),  que será la que mantenga una lucha más directa con el “brote rebelde”. Por encima de estas directivas  sindicales están las federaciones, confederaciones  u  organismos  superiores,  como  el  Bloque  de Unidad  Obrera.  La  alta  burocracia  de  estos  organismos  entra  en acción cuando la gravedad  del asunto  lo amerita. Las acciones que lleve a  cabo  para  apoyar a  sus camarillas afines  en  los sindicatos son  muy  variadas,  pero  casi  siempre  incluyen  declaraciones públicas  de gran  agresividad  contra  sus  enemigos  y aun  contra  el gobierno  si  éste  -fornido  por  las  circunstancias,  como  en  1958- otorga concesiones que lesionen sus intereses. Los  titulares  de  las  dependencias  estatales  o  directores  de  las empresas  fungen  como  patrones a  lo  largo  de  las  negociaciones  y les  es  permitido  conceder  y  retractarse  sin  detrimento  de  la efectividad  de  su  función  pública.  Lo  mismo  puede  decirse de  los secretarios  de  Estado -generalmente  del  Trabajo  y  Gobernación- que concurren a las pláticas de advenimiento. La  Secretaría  del  Trabajo  y  el  Tribunal  de  Conciliación  y Arbitraje  desarrollan  una  función  muy  especial,  pues  en  sus manos  está  el  reconocimiento  legal  de  la  representación  sindical. Este  reconocimiento  reviste singular importancia,  ya  que constitu­ye  una  condición  sine  qua  non  para  que  los  líderes  de  un determinado grupo tengan  la  posibilidad  de defender los  intereses de sus representados. En efecto, la legislación de la materia establece el sindicato único en las empresas o dependencias estatales, y es el que  tiene,  en  todos  los  casos,  la personalidad jurídica necesaria para llevar a cabo las funciones que naturalmente le corresponden. El  presidente  de  la  República,  como  la  más alta  autoridad  del país,  se  sitúa  por encima  no  sólo  de  los grupos  en  pugna, sino  de todos  los  niveles  administrativos  y  políticos  y  sus  decisiones tienen un  carácter casi  inapelable.  Se  mantiene  la  imagen  de  que las  medidas arbitrarias  de  las  instancias  anteriores  se  ejecuten  a sus  espaldas,  y dadas las  amplísimas  atribuciones  que  su  cargo  le confiere,  las  distintas  facciones buscan  obstinadamente  el  medio de conseguir su respaldo. Las  anteriores mediaciones  no  excluyen  la  posibilidad  de  recu­rrir  al  uso  de  la  violencia institucionalizada.  En  1958  y  1959  se procedió  a  privar do  la  libertad  física a  los  principales  líderes  de los  grupos  disidentes  mediante  la  acción  del poder  judicial.  Esas detenciones,  por  otra  parte,  tuvieron  un  efecto desmovilizador dado el agudo liderazgo carismático que caracterizó a los movi­mientos. Por  último se utilizan las fuerzas del orden -policía y ejército- para reprimir manifestaciones, huelgas de hambre, para desalojar locales sindicales o bien como simple elemento intimidatorio.

(La mayor parte de todos estos “desajustes” en la vida de los trabajadores mexicanos, bajo el gobierno del “ejemplar” presidente de la república: Lic. Adolfo López Mateos…<este apunte, mío>)

*Revista mexicana de ciencias políticas y sociales 89.

Movimiento obrero UNAM.