“Levantones, Narcofosas y Falsos Positivos” Libro de José Reveles

** El modelo adoptado por los regímenes del PAN, PRI y un fragmentado PRD desde hacía ya décadas simplemente se ha deslindado de todo modelo de desarrollo social en un sentido amplio y ha adoptado una versión de capitalismo crony (mafioso) y anacrónico.

Dada la situación de violencia e incertidumbre en que estamos y padecemos los mexicanos. Creí necesario hacer de su conocimiento las siguientes letras del Prólogo de Edgardo Buscaglia, al libro de José Reveles, “Levantones, Narcofosas y Falsos Positivos”.

Por Isaac Ocampo García

“La destrucción masiva de vidas humanas como producto de conflictos armados ha consumido a sociedades a lo largo de la historia, y siempre ha encontrado su correlato en campañas mediáticas que sostienen justificaciones basadas en ideales vacíos y en la demonización del enemigo. También la historia está plagada de casos en donde regímenes corruptos con carencia de representatividad popular, y con ansias de preservar su poder político económico, queman generaciones enteras de sus ciudadanos en escenarios de violencia desenfrenada que llegan a constituirse en verdaderos holocaustos. Es el caso paradigmático de México en la actualidad. Ningún ideal u objetivo histórico puede justificar la carnicería humana que ha estado causando la ausencia de una estrategia estatal de desarrollo social y político para fomentar, en general, la prosperidad de las presentes y futuras generaciones de mexicanos, y en particular, para desarticular los andamiajes de los grupos criminales.

Las desapariciones de miles de hombres y mujeres de las más variadas nacionalidades que cubren un amplio espectro de países latinoamericanos; los falsos positivos, casos en donde miles de ciudadanos inocentes son detenidos, explotados, asesinados y luego clasificados como delincuentes; la trata y el tráfico de seres humanos, amén de otro tipo de violencia organizada de Estado que aborda José Reveles en esta obra, constituyen crímenes transnacionales y violaciones a los 58 tipos de derechos humanos fundamentales plasmados en todos los acuerdos internacionales que México ha ratificado. Esta calamitosa tragedia social ha llevado al país a un escenario de guerra y corrupción de Estado más propio de ciertas zonas del África subsahariana o de Asia Central. La violación masiva de derechos humanos es sintomática de un déficit institucional de enormes proporciones causada por una transición política caótica sin rumbo iniciada en los años ochenta del siglo pasado, transición que hasta ahora ha beneficiado sólo a una élite político-empresarial cómplice, por acción u omisión, del crimen organizado de Estado y paraestatal.

Durante los últimos 25 años, EL Estado y la sociedad mexicana han perdido su rumbo de desarrollo social y político en pos de un modelo de entrega de sus instituciones a intereses privados legales e ilegales que se han apoderado de las mayores fuentes de riqueza; una riqueza que antaño había colocados a México entre los países en desarrollo con mayores posibilidades de ser catapultado al “primer mundo”. El modelo adoptado por los regímenes del PAN, PRI y un fragmentado PRD desde hacía ya décadas simplemente se ha deslindado de todo modelo de desarrollo social en un sentido amplio y ha adoptado una versión de capitalismo crony (mafioso) y anacrónico.

Al final de la década de 1980, las instituciones públicas en los sectores de salud, educación, trabajo y desarrollo social fueron privatizadas de facto y entregadas a mafias privadas legalizadas y sindicales, así como a mafias legales empresariales que fusionaron sus intereses sectarios con grupos criminales, que a su vez comenzaron a competir por el poder político como extensión de su fuerza económica. En este dantesco contexto, puñados de familias se enriquecieron a costa del futuro de un país. El accesos efectivo a los derechos sociales, económicos, de educación y salud se deslizó a un segundo plano, y el negocio del poder político se adueñó de la mentalidad de los dirigentes de los supuestos centro, izquierda y derecha. En este marco, México ya no posee ideologías políticas en sentido estricto, ya que toda legislación representa un negocio, y así toda política pública debe atender a los inversores del poder pasando por alto el interés público de una población que desesperadamente observa cómo se derrumba su calidad de vida.

En esta orgía de corrupción y de violencia, el Estado mexicano ha sido ya fragmentado como un rompecabezas en donde cada parte fue capturada por un cártel diferente, legal o ilegal. Hoy nos encontramos, como consecuencia, ante un sector público mexicano que no es capaz de fomentar la seguridad humana, entendida como el ejercicio efectivo de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales. Entre 55 y 66 por ciento de las campañas electorales dan señales de que su financiamiento ha sido infiltrado por dinero ilegal, mientras que 62 por ciento de los mexicanos en edad de votar percibe que sus derechos políticos han sido cercenados por la compra de votos. Esto abarca a todos los partidos y a todos los órdenes de gobierno. En este contexto, la voz de las mafias empresariales legalizadas e ilegales posee mayor peso que la débil y distante voz de un ciudadano promedio. Como consecuencia, los derechos políticos de los mexicanos hoy son la alfombra roja por sonde caminan las oligarquías corruptas de pseudo-derecha y pseudo-izquierda que han capturado al Estado. En tal circunstancia, ninguna política social tendrá jamás la posibilidad de despegar y atender al bien público, dado que el negocio de todo paquete legislativo atiende a los intereses de estas múltiples mafias.

Por los demás, en los ámbitos del Poder Legislativo o Judicial debería comprenderse el concepto de seguridad de las instituciones del Estado como condiciones del fomento de la seguridad humana. No obstante, el mediocre y corrupto régimen actual en México entiende esta última simplemente como “seguridad nacional”, en un sentido anacrónico militarista, más propio de los regímenes fascistas del siglo XX. En México no existe la noción de que la seguridad de las instituciones de un Estado implica la estabilidad, la integridad y la efectividad de los responsables de asegurar el ejercicio básico de los derechos fundamentales. Este concepto de seguridad de las instituciones posee un significado mucho más amplio que el restringido ámbito de la seguridad nacional, en el citado sentido castrense. Por lo tanto, sin la seguridad de las instituciones no podrá alcanzarse la seguridad humana.

La fragmentación del Estado mexicano, como producto de una transición política que está lejos de concluirse, ha causado en el sector público una incapacidad para fomentar la seguridad humana, lo que se manifiesta por definición en una proliferación de grupos delictivos que compiten con una agresividad cada vez más alarmante por espacios políticos y de poder económico. En este sentido, hoy en México la corrupción política al más alto nivel es el principal motor de la violencia encarnizada y de las violaciones masivas de los derechos humanos, presentadas con el más fino detalle por José Reveles.

Ahora bien, podría pensarse que ante la consolidación política de un solo grupo criminal, el índice de los “homicidios organizados” se reduciría a cero. Sin embargo, hay que recordar que ese índice no constituye una medida del éxito o fracaso en la contención de la delincuencia y, más grave aún, tal escenario hipotético representaría el colapso de los derechos humanos de la población cautiva de una mafia. Esta decadencia continuará hasta que un movimiento de red social constituido por miles de organizaciones no gubernamentales, no cooptadas por el poder en turno, salga a las calles a protagonizar una revolución política y social pacífica con propuestas concretas de cambio, y al mismo tiempo, las élites político-empresariales perciban sus vidas y sus patrimonios en jaque, y se vean forzadas a generar un pacto de proporciones históricas para refrenar las versiones más obscenas de corrupción vigentes en el más alto nivel de los sectores público y privado. Mientras esas dos condiciones no ocurran, el proceso de destrucción masiva de la sociedad y el Estado mexicanos seguirá el curso de violencia y corrupción que José Reveles describe en esta obra. A lo largo de la historia no existen determinismos y fatalismos, sólo oportunidades históricas que se ganan o se desperdician”.

Edgardo Buscaglia.

(Primera edición de este libro: en 2011)