“Los Choclock en el Festival de Las Almas: bailar pensando”

SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

Félix Morriña

¡Homenaje a los pies a través de los pasos!

Lavé mis pies lenta, parsimoniosa y amorosamente al tiempo de un pasado olvidado, hoy muy presente. Lavé mis pies como la primera vez que tuve conciencia del poder volver a caminar tras mi corto circuito neurológico de hace dos años y medio; pero nunca, nunca recuerdo la primera vez que tuve conciencia de mi sostén corpóreo en mi infancia.

Lavé mis pies hasta limpiarlos de todo pasado andar por oscuros senderos hasta dejarlos a disposición del sano reposo requerido, y al amanecer, hacer camino al andar en sentido contrario, ¡o uno nuevo!, porque uno debe recorrer la mayor cantidad de caminos que lleven a Roma, pagando el precio por ese logro.

Soy un caminante, no errante, soy hombre que baila sobre su propio eje cartesiano y pide la sabiduría suficiente para dirigir, ¡ya no un pueblo, “mi Señor”, sino mis propios pasos!

Lavé mis pies como si se tratase de los de “Meu Pai” paterno. Nunca antes había pensado en la conexión familiar y del nivel de pleitesía al abuelo, al tata gallego, al hombre hacendado, que cada tarde noche al regresar del campo al rancho, de regresar de “traballar” los surcos de las “Tareas” en Valle de Vázquez “Los Hornos”, Morelos, una agraciada mujer, con la que había hecho lazos consanguíneos, le esperaba para el amoroso ritual de la lavativa. ¡Fueron una docena de doncellas las que Antioco Rivera tuvo a su lado!

Nunca fue sometimiento, me enseñaron que era una forma íntima de agradecimiento que me tocó aprender, ver y disfrutar, ya sea haciéndolo, o que manos femeninas tocasen esa parte íntima del ser humano, nodal en mi existencia. ¡Los pies, son para el caminante, lo que la vida para la muerte! Por eso amore mío, beso con pasión tus pies, los consumo como caramelos de un ansioso infante, eterno aprendiz de maestro, para honrar la sensualidad enseñada de “Meu Pai”.

Recién cumplí 23 años de haber llegado al altiplano mexiquense y el círculo virtuoso se cierra en una pactada soleada tarde, durante el primer viernes del helado noviembre, mes de mi próximo #51Renacimiento. Lavé mis pies como se lava un rey para conmemorar mi llegada, mi arribo al altiplano mexiquense, a dos mil 600 metros sobre el nivel del mar, frente al volcán Xinantecátl, Nevado de Toluca, rindiéndole pleitesía desde El Calvario de Metepec, Pueblo Mágico, tierra del barro y el Árbol de la Vida y La Garañona.

Lavé mis pies con la paciencia del paciente que seré en breve, para recordar que festejaré un año más en esta tierra, dándole vueltas al Sol, con una cirugía planificada, misma que me transformará en la evolución de mi ser que me corresponde en tiempo, forma y espacio. Lavé mis pies, como si lavase los de cada uno de aquellos que se han cruzado por mi camino en sanidad. Lavé mis pies, como a mis progenitores, a mis hermanos ausentes, hermanas en comunión y mis seres cercanos amados.

La vida trajo mis pasos hasta este punto geográfico, en el que agradezco la oportunidad de recorrer mi destino con el placer de vivir a plenitud tan alto como tan bajo, como lavar pies en agua fría o caliente, para intimar o para guerrear. Mientras escribo esta entrega que homenajea octubre, mes recién terminado en el que tuve muchas formas de recuentro interno y social, mismo que me permite enfrentar el fin de año con firme actitud-aptitud, me acompaña la música afroantillana del combo veracruzano olmeca, Los Choclock, a quien tuve oportunidad de entrevistar en el AMCA Music Club de Metepec hace un par de meses y que estuvieron presentándose con éxito en el Festival de las Almas de Valle de Bravo, a principios de semana, el lunes 01 de noviembre, para ser exactos.

El vocalista de Los Choclock, Jacobo “Nipón” Grajales, es un sensible singular ente creativo con el que pude hablar de temas muy sentidos, sociopolíticos, difíciles de abordar sin la métrica de sus combativas, cronicadas y amorosas historias hechas inteligentes canciones, muy festivas por los ritmos, pero con el mensaje preciso para los interesados.

Los Choclock a diferencia de un “milico”, son como un guerrillero: ¡Un hombre, una bala! Los Choclock son como los “chanchos” (cerdos): ¡Nada, absolutamente nada se desperdicia! ¡Todo lo del cerdo se ocupa! Con Los Choclock no hay falla, hay aprendizaje, hay baile pensando. Los Choclock deben abrirle un concierto a dos “Tatas” de la música afroantillana: Rubén Blades y Willy Colón, ¡carallo!

Hace mucho que una agrupación no me hacía levantarme de mi asiento, de no grabar al entrevistar, de charlar, intercambiar mensajes, conceptos, formas de vida y sus múltiples interpretaciones. Los Choclock, ¡señoras y señores!, tienen todo lo que tengo para dar como periodista, luego entonces, su #ServibaryAmigo #DandyperoPunk #ElCinicoMayor Félix Morriña, les recuerda: ¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos!

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