Oda a La Tlanchana: mítica deidad que acompaña el paso de la historia

SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

Félix Morriña/ Foto: Marco Ortíz – MO Photography/ Guillermo Romero Zarazua

En el actual inestable clima del altiplano mexiquense, a dos mil 600 metros sobre el nivel del mar, frente al volcán Xinantécatl, mejor conocido como Nevado de Toluca, detengo mi nocturno caminar de eclipsada luna llena frente a La Tlanchana, para meditar sobre el proceso creativo de un ente al que le ha tocado evolucionar junto a la historia de este mítico monumento.

Desde mi llegada al “Cerro de los Magueyes” hace casi cinco lustros, lo primero que hice fue acercarme a la fuente donde yace el monumento dedicado al cuidado del vital líquido, a la fertilidad y a la producción alimentaria de los hijos del Valle Matlatzinca. Cuando infante, mis tutores me enseñaron que al lugar que llegara debía visitar el principal monumento que determine la identidad del sitio que acoge al incansable viajero, luego entonces, La Tlanchana, esa deidad lacustre mitad mujer, mitad serpiente, fue quien me dio la bienvenida a Metepec, y desde entonces, no he dejado de rendirle pleitesía, contarle certezas, pesares, logros y promesas.

He escapado de su furia, como de sus encantos. He sabido sortear los tiempos de crisis, como los de gloria en la tierra del Árbol de la Vida, La Garañona y la existencia del arte popular en barro. Cuenta la leyenda que La Tlanchana cuando enamorada de algún pescador, su cola de serpiente negra se transformaban en piernas para ir tras él y cumplir sus deseos. De no lograr su cometido, sus piernas volvían a ser cola de serpiente y lo arrastraba hasta el fondo de la laguna del Valle Matlatzinca, el cual estaba conformado por gran parte de los municipios que hoy pueblan el Valle de Toluca hasta el alto Lerma.

Menciona la historia que malhumorada, enojada o frustrada, La Tlanchana podía desatar catástrofes en la zona lacustre: lluvias que provocaran inundaciones o desastres ecológicos. Sabiendo la historia contada por el investigador, promotor y difusor cultural Jesús Espino Rodríguez, uno sabe que debe proceder con cautela ante los impulsos de semejante entidad, por eso he dedicado una parte de mi vida a cronicar sucesos que ante los ojos de La Tlanchana son parte de la historia cultural de Metepec.

Aún recuerdo querida Tlanchana cuando ante una pletórica Plaza Juárez, el maestro Willy Colón te cantaba “Gitana”, mientras varios de los asistentes bailaban entorno tuyo. O esa vez en la que Goran Bregovic ofreció memorable concierto en la que escuchaste todo el sentir de la música balcánica y la idiosincrasia de la vieja desaparecida Yugoslavia. Rememoro cuando, desde el kiosco de la Plaza Juárez, te saludaron los cantautores españoles Víctor Manuel y Ana Belén antes de subir al escenario principal del Festival Internacional de Arte y Cultura Quimera de Metepec y cerrar con excelso concierto.

No ha habido Festival Quimera que no haya pasado por tu presencia, dándonos identidad, sentido de pertenencia, de propiedad y familia. No ha habido manifestación sociopolítica, económica y cultural de la que no hayas sido muda testigo de la historia. Mi historia está en tu historia. ¿Querida Tlanchana, quieres contar mi teatral historia de amor, dolor y muerte?

En alguna ocasión, platicando con tu creador, el maestro artesano Saúl Camacho, le comentaba que en Metepec todo podía suceder, al grado de que si han movido el kiosco de su lugar original para tener más espacio en la Plaza Juárez, cierto día iban a mover a La Tlanchana de su espacio, y de facto, el maestro ante puso su molestia. No hace mucho, eso pasó y fue todo un suceso la reinstalación de La Tlanchana en su nueva fuente. La recuperación de espacios públicos para rehabilitarlos y darles vida nueva, es una excelente apuesta con resultados positivos.

Para el maestro artesano Saúl Camacho se ha dado el primer paso, pero falta uno determinante: rehabilitar la fuente de La Tlanchana del corredor turístico artesanal de la avenida Pino Suárez. Esa Tlachana se acerca mucho más a la leyenda original, porque la embellecida en Plaza Juárez, tiene cola de sirena en lugar de cola de serpiente. El investigador Jesús Espino Rodríguez, lo explica de la siguiente manera:

“Tiempos felices pasaron y aciagos otros llegaron. Un mal día, hombres de ojos de color cielo y la hierba, piel clara y el rostro cubierto de vello, acompañados de bestias a la sazón desconocidas llegaron al Valle, trajeron una forma de muerte a través del hierro y sufrimiento en nombre de un tipo de cruz, parecida a las nuestras, pero distinta en concepto y contenido porque las nuestras son encuentro y movimiento. Desde entonces, todo cambió. Cuando los nativos ribereños sobrevivientes a las enfermedades traídas y al proceso civilizatorio, estos nuevos pobladores oyeron la historia de nuestra señora Tlanchana y no entendieron, en su mundo de pecado no podían concebirlo; tanto espanto les causó la cola de víbora negra que, enarbolando sus crucifijos, dijeron que era cosa del ‘enemigo malo’ y asunto oscuro de su reino de malevolencia. Así, con el irremisible paso de las edades como aliado, desaparecieron leyendas como la tejida en torno a La Tlanchana”.

Antes de terminar mi nocturno recorrido por las calles donde las cuadrillas de las mayordomías del Paseo de la Agricultura en honor a San Isidro Labrador han hecho su peregrinar de imágenes alusivas al domingo 15 de mayo, este #ServibaryAmigo #DandyperoPunk #ElCinicoMayor regresó a la fuente de Plaza Juárez para disfrutar del colorido chorro que se proyecta sobre tu imagen al ritmo de música pop de los años 80 del siglo XX.

Para este interlocutor, nada más grato que contar historias para recordar quienes eran los seres que nos antecedieron en esta faz de la tierra. Recuerda: ¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos!