Oda al ojo clínico de Guillermo Romero Zarazúa desde Metepec

SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS

Félix Morriña

Recorro las heladas y solitarias calles de mi “Pueblo Mágico” de adopción antes del amanecer, cual fantasma que peregrina una desgracia, pero todo lo contrario, festeja la oportunidad de agradecerle al Cosmos llegar a este día para el que uno se prepara con mucho tiempo y aguarda la recompensa de la paciencia del paciente.

¡Hay “Noticias del Imperio”!, reza el título de uno de los libros del maese Fernando del Paso que han pasado por mi nostálgica mente en esta madrugadora caminata. Sólo el destino trae Noticias al Imperio. Veo desde mi Teatro Quimera, una parte de Metepec poco cotidiano, porque esa discreta vista no está al alcance de todos.

En ese momento de la fría oscuridad, recuerdo el pasaje eclesiástico donde el Rey Salomón sólo pide sabiduría al Creador en lugar de riquezas y otros bienestares para gobernar a su pueblo.

No hace mucho, hace casi un mes, estuvimos ahí, en el Teatro Quimera, en el concierto de La Castañeda, Guillermo Romero Zarazúa y este interlocutor para cronicar esa historia de rock mexicano noventero en Metepec. Ahora, a seis años de la muerte de David Bowie, como sentido homenaje, escucho completo en el Teatro Quimera en los audífonos, el disco remasterizado “Hours” (1999, Expanded Edition) en este peregrinar visual.

Antes de subir a El Calvario de Metepec, el Delgado Duque Blanco, David Bowie, me acompaña por Moctezuma, Paseo San Isidro, doblo en sentido contrario por 5 de Mayo, hasta llegar al ex Convento de San Juan Bautista, para quedar atónito por la destrucción, natural o provocada por algún incivilizado, de un pilar de la histórica, memorable barda de arcilla del turístico espacio eclesiástico de Avenida Estado de México, a unos pasos de El Calvario.

Las dos imágenes en blanco y negro que muestro en esta columna de Guillermo Romero Zarazúa, en la que se ven relucientes las bardas que protegen al ex Convento de San Juan Bautista, nos transportan al Cine de Oro Mexicano, como si fuera un sentido homenaje a Gabriel Figueroa, o a los Álvarez Bravo, en todo caso, pero de que son obras de arte que marcan un antes y después del Metepec post pandémico, ¡sin duda!

¡El paso del tiempo!

Mucho, pero mucho de qué hablar del maestro Guillermo Romero Zarazúa, que no alcanza el espacio periodístico para contar lo que sus ojos han registrado del lugar en el que decidimos quedarnos a vivir, y muy posiblemente, morir: Metepec.

Por eso, como agradecimiento a ese genuino registro, del que me ha tocado ser mudo testigo en algún momento, voy a los lugares donde la lente del maestro Guillermo Romero Zarazúa ha transitado por Metepec centro. Sus imágenes han acompañado a los Silencios Estereofónicos, desde mi llegada al “Cerro de los Magueyes”, a la Plaza Juárez hace 23 años, donde festejé como antaño lo hacía, a lo grande.

Nos conocimos en el periódico “Liberación” de Ignacio Pichardo Lechuga, el cual me hizo llegar a la Tierra del Árbol de la Vida y la Garañona del Bar 2 de Abril, otrora oficina oficial de este #ServibaryAmigo #DandyperoPunk #ElCinicoMayor.

¡Hoy despacho en La Escondida de Doña Irene, por si gustan!

Mi hermanito mayor Memo Romero, con quien he tenido aventuras de toda índole, le ha tocado vivir todas mis desgracias al rojo vivo y ayudarme a sacar al barco a flote de nueva cuenta. Sólo Dios sabe por qué así le tocó conmigo, pero yo agradezco su estancia porque, literal, ¡me salvó la vida en dos ocasiones!

A través de su puntual y sensible lente; con la precisión de un veterano de guerra; con el instinto de supervivencia al máximo, y la mirada de colmilludo cazador; mis letras han tenido la fina compañía de sus fotografías a lo largo de mi estancia en el altiplano mexiquense, a dos mil 600 metros sobre el nivel del mar, frente al Volcán Xinantécatl, Nevado de Toluca, pero desde Metepec.

Sus enigmáticas Lunas de finales del 2021, son toda una enseñanza sicopedagógica y didáctica, prácticamente terapéutica, porque nos recuerdan mirar al cielo de Metepec todos los días y agradecer por ese regalo de la naturaleza. Todas estas imágenes han sido el fondo artístico de mi programa Silencios Estereofónicos en Más Latino Tv desde hace tiempo.

Querido camarada, gracias por seguir haciendo mancuerna, sirva este pequeño presente para continuar contando la historia de Metepec. Gracias a tu lente y talento he aprendido a peregrinar y registrar algunos nodales momentos fotográficos interpersonales. En tus fotografías están las personas que han marcado un antes y después en mi existencia en este lugar del mundo. ¡Gracias carnalito!

Recuerda: ¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos!

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