¿Quién solventa el sueldo de los maestros?

Julio Luna Álvarez 

Hace años en el Salón de usos múltiples de la escuela se realizaba una reunión, aparentemente académica, reunión que como de costumbre presidía y dirigía el director. Cuando se dio el objetivo de la reunión, todos los académicos se miraron entre sí. El director informó que se tenía que crear el Consejo Académico Institucional (CAI), firmar el documento y enviarlo a las vacas sagradas de las oficinas centrales en Toluca. Para ello, el director ya llevaba el documento y pedía que para obviar tiempo se los pasaría para que lo firmaran los presentes. Un docente le dijo que ese tipo de documentos se tenía que elegir a los docentes según la función indicada y que ellos aceptaran. El director mostró su molestia, como sucede con aquellas falaces que sufren del Síndrome del ejecutivo solitario, (el director nunca se equivoca) y le contestó al docente: “Mira maestro, si no estás de acuerdo en lo que ordeno, cámbiate de escuela donde te puedan aceptar con tu forma de responder y así quedarás conforme”. El docente al que le pedían que obedeciera le respondió: “Usted no me paga mi sueldo para indicarme que me vaya de la escuela”: Y ambos callaron.

Ese tipo de situaciones son comunes en el ámbito educativo. Es común que cuando un docente solicita un permiso económico, la Santa Patrona, si el docente es su enemigo a ultranza, simplemente ignora la solicitud, se hace que la Virgen le habla cuando el problema llega a otros niveles, entonces alguien, para cubrir a quien le ordena, asume que el tuvo la culpa de no responder a la solicitud y que su jefe ha andado en reuniones con los jorocones de Toluca, y que se disculpa. Con esta argumentación, los jorocones le harán caso al docente que solicitó ejercer un derecho y que uno de sus consentidos también ejerció su derecho a ser autoritaria y demostrar que en su feudo (escuela) sólo sus chicharrones truenan y que ningún pendejo la va a exhibir con dizque oficios de queja (evidencias) que sólo son formas para intimidarla. Ese es otrejemplo de ir induciendo a los pocos lectores de un servidor, para que hagan inferencias de quién solventa el sueldo de los maestros.

Un último ejemplo de autoritarismo y valemadrismo que demuestra quién manda y quién ordena, va a continuación. “Pase maestra, la llamé para indicarle que tiene que realizar esta actividad”. La maestra le responde: “Ese trabajo no me corresponde. Yo lo hacía cuando estuve en esa función”. Pues ahora también lo va a hacer y si no le parece cámbiese de escuela”. Así de sencillo aprenden a ser autoritarios los que entran de rodillas en las oficinas de los jorocones. Porque creen que cuando reciben el nombramiento se transforman, como Hulk, el hombre que cambia de color, y asumen que son en los amos y que la escuela u oficina son en automático su feudo para luchar por su dios, por su rey y por su pareja sentimental. Y como ellos se transforman en lo peor que puede haber en un sistema social y sobre todo educativo, olvidan que ellos no le pagan el salario a los docentes, pero se inflan, rompen su faja de la cintura de tinaco e imponen su ley, pero nunca sacan los billetes que supone aflojan para sus ciervos. Así son porque los de arriba los han inflado. ¿Y acaso los inflan porque reciben alguna dádiva o algo en especie para que el hijo y la hija puedan disfrutar de lo que se entrega a las escuelas hasta el cónyuge pueda laborar en días festivos y fines de semana convirtiendo la escuela en un feudo familiar?

El Señor de las moscas

Sí, ésta es una obra de William Golding, escritor inglés que aborda el tema de la forma de organizarse un grupo de chicos cuando su avión cae en la selva y ellos tienen que salir adelante, pero siempre con la intención de cubrir la necesidad de tener alguien que los guíe para sobrevivir y que esa imagen es hasta cierto punto paternal. Pero esta vez se ocupa esta obra para indicar el nivel de formación académica que muchos docentes se encuentran laborando en las instituciones formadoras de futuros docentes. Veamos.

Hace muchos años, cuando en la Normal se impartían cursos para intentar regularizar la formación docente de los improvisados en este ramo, uno de ellos intentaba ingresar a uno de estos cursos en la Lic. De Pedagogía, pero su nivel intelectual no daba para tanto y fracasó en el primer intento. Le aconsejaron que intentara ingresar a la licenciatura, pero en la de Preescolar. Pero abusado el chavo, el del ocho no estaba tan panzón, se puso de acuerdo con el aplicador en jefe del examen de admisión para que junto con el organizador y aplicador, al terminar el tiempo de aplicación, el jefe le diera su examen y su hoja de respuestas para que se revisara y corrigiera y se pasara a la entrega para asegurar, mediante el manoseo de examen y hoja de respuestas, la acreditación. Y por arte de magia de los manipuladores, el aspirante logró el propósito de ingresar. 

Una vez que El Señor de las moscas curso los dos años del tronco común, por su formación pudo hackearla base de datos de la escuela y se dio de baja en Preescolar y se dio de alta en Pedagogía, en colusión con alguien muy de mucho peso en el nivel y en la escuela. Y otra vez como por arte de magia, un día en lugar de formarse en Preescolar, ya se comía la torta en el aula de su preferencia. Sus compañeros de clase sabían que El Señor de las moscas las podía, pues antes lo veían en otro salón y en ese momento ya era su compañero. El Señor de las moscas casi no entraba a clases, casi no hacía trabajos, tareas, y menos las entregaba. Y cuando los entregaba era porque sus cuates le hacían las tareas, total: ¿Para qué entrar a clases y para que hacer tareas y entregarlas si todo lo tenía, El Señor de las moscas, peladito y a la boca, ya que no tenía de qué preocuparse. Quizás, y esto sí es mera especulación, quizás hasta hackeaba las calificaciones, acomodándolas a su entero gusto. Lo curioso es que cuando se presume que se tienen documentos para dar cualquier asignatura, ni siquiera se sabe el concepto de Pedagogía como disciplina de la educación. Y también es frustrante que ese tipo de presuntos docentes hayan obtenido documentos, título, mediante transas y manipuleo y la no asistencia y entrega de tareas y trabajos. Y esa clase de sujetos son los que presumen que trabajan en normales y ¿forman? Futuros docentes. ¿Y por qué llamar El Señor de las moscas al sujeto trampolín? Pues porque la maestra de Psicología en sus cursos pedía a sus alumnos leer esta obra y hacer un análisis  que fuera vinculante con la realidad que presuntamente pudieran vivir sus alumnos, y claro que como el nivel intelectual no daba para tanto, El Señor de las moscas logró que uno de sus cuates le hiciera la tarea. Y lo anterior es un ejemplo de los los que presumen de ser paradigmas de la educación y la formación de futuros docentes.