SILENCIOS ESTEREOFÓNICOS Misa sin cuerpo presente y los sonidos del silencio

Félix Morriña

Primera vez en poco más de dos décadas que sólo escucho con febril intensidad las campanadas del ex Convento de San Juan Bautista anunciando misa por el santo patrono de Metepec, San Isidro Labrador. Misa sin cuerpo presente. Campanadas que anuncian vientos de cambio, en un recinto donde se profesaba misa ante miles en la primera quincena de mayo, ahí se siente ahora el más largo y estrepitoso silencio de los parroquianos enclaustrados en sus hogares en pleno rezo por la alegría de vivir. 
No había sentido de esta manera “Los sonidos del silencio”, honrando a Simon & Garfunkel, de un ex convento en misa sin sus fieles. La ocasión anterior que sentí algo parecido, fue cuando entré a La Bombonera de los Diablos Rojos del Toluca sin público, sin jugadores, sin nadie más que una final sin corona ante Monarcas Morelia en el Invierno del 2000, cuando perdió en penalties 5-4. Ese pesado silencio en la cancha que invita a meditar, a meterse hasta lo más profundo de uno mismo, porque comprendes que la ausencia de sonido, puede llegar a modificar por completo tu psique y sabes que debes lidiar con ello una vez más y el raciocinio no te haga una nueva gambeta mental. 
Para estos casos, recomiendo ilustrar de manera mental el tema, con el capítulo del libro del maestro Eduardo Galeano, “Muerte en la cancha” de su libro “El futbol a sol y sombra” (1995), en la que uno se sitúa en medio de la cancha de un estadio de fútbol vacío y presencia un suicidio, derivado del fracaso. Este libro no debe faltar jamás en casa de un verdadero amante del fútbol. Si no lo leíste querido lector, radioescucha y seguidor de los #SilenciosEstereofonicos, tienes ahora la oportunidad, no sólo de leerlo, sino de hasta escucharlo por las redes sociales y plataformas digitales en voz del autor de “Las venas abiertas de América Latina” (1971) y “El libro de los abrazos” (1989), este último un parteaguas en la vida de quien lo empiece a leer, sobre todo ahora que el significado de los abrazos, tienen otra connotación y valía, como los besos.


Primera vez también, en la que no hay Paseo de la Agricultura en Metepec, otrora conocido entre el vulgo, como “El Paseo de los Locos”. Escucho los sentidos susurros de fieles y devotos a esta fiesta pagana, como de aficionados religiosos y de ocasión, que en plena cuarentana y difícil fase de contingencia sanitaria por el COVID-19, desean recorrer bailando y festejando la llegada de la agricultura y mejores cosechas que nos ofrece la pacha mama, vestidos de tlacualeras, es decir, hombres vestidos de mujeres del campo, regalando comida y dando alegría a las masas sobre alegóricos carruajes y utensilios del campo. ¡Todo eso quedó en la memoria!
Ahora esas silenciosas calles del “Pueblo Mágico” del altiplano mexiquense, les acompañan fuertes vientos y quemante sol, tan volátiles y cambiantes como el temperamento de los nativos del Valle de Toluca. Aprovecho para disfrutar este momento “Los sonidos del silencio”, como del canto de pájaros cenzontles, canarios, calandrias, jilgueros y gorriones con los que despierto y medito todos los días en mi diminuto consultorio, loft, casa-hogar, galería de arte, sex shop y estudio-oficina de Metepec. 
Disfruto a plenitud el sonido de los antiguos casetes, discos de vinil, discos compactos, como del delicado sonido de un home teatre y de las bocinas de la computadora portátil. Cada uno de ellos emite un sonido diferente con el mismo mensaje en letra de Paul Simon & Arthur Garfunkel: “Hola oscuridad,/ Mi vieja amiga,/ He venido a hablar contigo otra vez./ Porque una visión/ Arrastrándose suavemente/ Dejó sus semillas/ Mientras estaba durmiendo./ Y la visión/ Que fue plantada en mi cerebro/ Todavía permanece/ Dentro de los sonidos del silencio…/ Y en la luz desnuda ví/ Diez mil personas,/ Quizá más./ Gente hablando sin conversar,/ Gente oyendo sin escuchar./ Gente escribiendo canciones/ Que las voces jamás compartirán./ Y nadie osó molestar a los sonidos/ Del silencio./ ‘Tontos’, dije, no saben/ Que el silencio crece como un cáncer…”.


Confieso que la reciente quincena de mayo lo he pasado con altibajos, con sonidos debajo de la Frecuencia Modelada moderada, como de repentinos sobresaltos al clímax que me dejan noqueado. El cuerpo reciente todos los cambios de la Matrix en plena fase numérica del Coronavirus y los cambios energéticos negativos están a la orden del día, por lo que me refugio en “Los sonidos del silencio” para sobresalir y recargar energías para enfrentar la siguiente fase. Recuerdo al vate Antonio Machado y me reconforto parafraseando antes de terminar el día: “La vida es corta y además no importa”, luego entonces: ¡Nos buscamos, nos vemos, nos escuchamos, nos entendemos”, vida mía en una misa sin cuerpo presente.
¡Hasta la próxima!

Simon & Garfunkel, “Los sonidos del silencio”:
https://www.youtube.com/watch?v=3Ca0NxhFrlg

Eduardo Galeano, “Muerte en la cancha”:
https://www.youtube.com/watch?v=5Sg4FsIDKqM